23.

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Abrí mis ojos para encontrarme a mi pequeño hijo de casi tres años durmiendo a mi lado. Era mi cumpleaños y la mejor forma de empezarlo era definitivamente con Noah a mi lado. Estire mi cuello para lograr depositar un beso en su frente. Me levante de la cama directo a darme una ducha. Mi madre solía decir que la mejor forma de comenzar un buen día era con una larga ducha. Y estaba en lo cierto. Luego de unos largos minutos, salí del agua y me puse unos jeans que se adherían a mis piernas, una blusa y finalmente unas botas con tacón bajo. Estábamos en Paris, Francia; y a decir verdad hacía bastante calor.

Miré la hora. Once y cuarto de la mañana. Decidí despertar a mi hijo para luego irnos a desayunar en algún café sofisticado de Paris.

No tenía idea donde se había metido Niall, ni ninguno de los chicos. Apostaba a que estaban durmiendo, ya que habían estado jugando videojuegos hasta altas horas de la madrugada.

En cuanto a Niall y yo, habíamos decidido no volver a aparecer en público juntos y por el bien nuestro -y de Noah- íbamos a intentar mantener nuestra relación lo más privada posible. Estaba segura que sólo los chicos y como no, Lucy, sabían de aquello.

—¡Mami, mami! — exclamó Noah mientras tiraba de mis jeans. —¿Podemos ir por un helado?

—Claro que si, amor.

—De cocholate, por favor.

Reí ante su comentario. A él realmente no le salía decir chocolate. Noah no sabía que era mi cumpleaños, es decir, ningún niño de tres años iba a tener buena memoria. Tomamos helado tomados de las manos, sentados y mirando la torre Eiffel. Era un momento de paz, y bastante felicidad para mí. Decidí retratar aquel momento, nos sacamos mucha fotos, con muchas caras locas y Noah con su carita llena de helado.

Comencé a ver las fotos y una en especial llamó mi atención. Yo miraba a la cámara sonriente mientras Noah me miraba a mi, con su sonrisa llena de chocolate, con un brillo especial en sus ojos. Y como no, de fondo la torre Eiffel. Aquella foto había llegado a lo más profundo de mi corazón.

Decidí subir la fotografía a mi Instagram, junto al pie de foto que decía cuánto lo amaba y cuan feliz me hacía.

Ya era la hora del almuerzo, habíamos estado ahí sentados exactamente dos horas, el tiempo había pasado muy rápido. Íbamos en camino a buscar un McDonald's, el restaurant de comida rápida favorito de mi niño, cuando mi móvil comenzó a sonar escandalosamente.

—¿Si?

—¿_____? — escuché una voz del otro lado. —Soy Paul. Verás, ha surgido una reunión de último momento, ¿te importaría venir al estadio dónde será el concierto hoy por la noche? — iba a responder, pero fui interrumpida. —James te irá a buscar, solo pásame tu ubicación y estará ahí en unos cuantos minutos. No tardes, _____. Adiós.

Esa llamada había sido alto extraña y ¿apresurada? Paul se oía algo estresado, quizá los preparativos para el show de la noche no estaban yendo del todo bien. Era uno de los estadios más grandes del tour. Le pasé mi ubicación exacta a Paul, y luego de veinte minutos James había aparecido frente a mí y un lujoso carro.

El viaje había sido de exactamente quince minutos. Stade de France. Era enorme, según había escuchado cabían un poco más de ciento catorce mil personas. Era mucho.

Comencé a caminar por el extenso pasillo de aquel estadio con mi hijo sujeto en brazos, ya que estaba cansado según él. Sabía perfectamente que solo no quería caminar.

—_____. — escuché que me llamaron detrás mío.

—Hey, Paul. — saludé.

—Ven, es por aquí. — dijo mientras hacía una seña de que lo siga.

Noah. |Niall Horan & tu|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora