Capitulo 21: Cosas que no se olvidan

2.7K 129 133
                                    

Aun está dormido y parece literalmente un angelito caído del cielo, su ángel. Y su mejor guardiana ella. Ella, que aún con la mirada aguada y ajena a todo, acaricia sus rizos, transmitiéndole paz, con una delicadeza y mimo envidiable.

Él sin embargo, no es capaz de pasar el marco de esa puerta, la culpa le frena. Son muchos los pensamientos que le azotan haciéndole creer que no prestó la suficiente atención a su hijo o que subestimó las palabras de un pequeño de cuatro años. Esas mismas voces, que le dicen que si Martín no hubiera ido hoy al colegio, quizás ahora estarían ante un escenario mucho peor.

Pero quizás Aitana, aunque centrada en su hijo, no está tan ajena a todo. Pues apenas la cuesta unos segundos darse cuenta que está a solas con Martín, porque Luis es incapaz de dar un paso hacia delante.

- ¿Quieres hacer el favor de pasar?- le pregunta con una sutil sonrisa, pues aunque no sabe qué le ronda al gallego por la mente, indudablemente algo le pasa. Le conoce demasiado bien, mejor de lo que la gustaría admitir de hecho.

El gallego hace amago de responder, pero lo cierto es que le cuesta encontrar las palabras y verbalizar lo que su interior le dice, solo lanzaría piedras sobre su propio tejado

- Nunca has sido aprensivo- razona ella- y Martín seguro que te quiere tener al lado al despertar- insiste- Además, le trajiste a Dino- señala al peluche que el niño aun tiene agarrado entre sus dedos

- Igual debería haber entrado Miriam- consigue emitir a pesar de que su voz suena más rota que nunca

Y es eso lo que alerta por completo a Aitana, que apenas tarda un segundo en apartarse de esa camilla para acercarse a él. Y rompe muchas de las barreras que se había autoimpuesto y quebranta normas que ella misma había dictaminado. No sabe muy bien por qué lo hace, tal vez miedo, tal vez Martín o tal vez porque no podría soportarlo de nuevo... Pero ese tono, esa languidez, sumada al historial de Luis activan sus alarmas.

- Luis, no- le dice firme obligándole a mirar a sus ojos verdes guiando su mirada con sus manos- no sé qué estás pensando... pero no, ni de coña ¿me oyes?- insiste- me prometiste no más ausencias y tu hijo te necesita aquí- consigue pronunciar a pesar del nudo que se ha instalado en su garganta

Un huracán de emociones se remueve dentro de él, a la vez que las voces parecen callarse momentáneamente al volver a sentir su tacto. Provocando que una media sonrisa se dibuje en su rostro. Y no es él el que da la orden a su cuerpo, pero sí es su mano la que como reflejo se encamina a acariciar esa mejilla perlada, esa que sigue teniendo ese tacto extremadamente suave y delicado. Esa que al tocarla le hace sentir muy vivo, pero sabe que no es a él al que ahora ella se encarga de dar vida. Y ahora es ella la que se estremece por el gesto y busca protegerse recobrando sus propias normas, esas que la gritan que rompa el contacto físico con el gallego

- No hice nada...- consigue responder Luis cuando ella se separa ligeramente

- ¿Y qué querías hacer?- le pregunta enternecida por lo niño que parece ahora el hombre que tiene ante sí- ¿operarle tú mismo?- dice irónica- Somos sus padres, pero no podemos protegerle siempre de todo, a veces cuesta entenderlo- le intenta hacer ver

Y una parte de él quiere creer las palabras de la catalana, pero otra le recuerda que la chica solo conoce parte de la historia, que quizás él si pudo protegerle y no lo hizo...

Martín parece tener una disputa con el brócoli esta noche, pues su tenedor más que hacer desaparecer esos pequeños arbolitos, los lanzan de un lado hacía el otro del plato. Lleva con el ánimo decaído gran parte de la tarde, la llamada de su madre al mediodía no pareció serle suficiente y encima Aitana no prometió devolverles la llamada esta noche ya que tenía una cena con unos proveedores.

SaudadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora