Capitulo 26: Algo inesperado

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Dicen que las cosas inesperadas suelen ser las mejores, pero Laia no está tan segura de ello. Ahora mismo, no es capaz de vislumbrar que eso que ha vivido hace apenas unas horas sea la mejor experiencia de su vida. Tampoco tiene demasiado claro si la gustaría repetirla, pero no puede evitar que una sonrisa inconsciente se adueñe de su rostro al ver el pelo rubio de Samuel revuelto en su almohada, con los labios entreabiertos y abrazado a uno de sus cojines como si fuera su bien más preciado.

Ella sin embargo, no tardó en escabullirse de la cama, primero para ir al baño al empezar a sentir un escozor que la ha atormentado lo suficiente como para no pegar ojo. Se siente un tanto ridícula o incluso paleta pero... ¿no puede haberla pegado nada no? Usaron condón, pero... ¿por qué tiene esa ligera molestia en su cuerpo?

Tampoco ha sido capaz de permanecer desnuda como sí lo ha hecho él y antes incluso de que el chico se volviera a dormir, entró en la habitación con su pijama puesto de nuevo. Lanzándole una sonrisa tranquilizadora que le dio el pistoletazo de salida para adentrarse en el mundo de Morfeo.

Y ahora que lleva ya varias horas dedicándose solo a pensar en lo que ha sucedido y en contemplar a ese joven que nubla sus ideas, ahora que ya distingue la luz del sol por el hueco de la persiana... Es el momento perfecto en el que no ve demasiado raro levantarse y huir, huir hacia el salón con aquello por lo que últimamente está retomando el gusto. Y quizás tiene que ver con cierta persona que ha aparecido de nuevo en su vida, pero apenas tarda unos segundos en conseguir escapar de la cama y acomodarse en el sofá con esa guitarra negra en su regazo.

Tan ensimismada está en el movimiento de sus dedos, concentrada en recordar los últimos acordes que Luis la enseñó antes de que ingresaran a Martín, que no se da cuenta de la presencia de Samuel hasta que no aparta un mechón rebelde de su rostro para colocárselo detrás de su oreja.

- Que madrugadora- señala con cariño sentándose frente a ella

- No podía dormir más, das muchas patadas- improvisa sin apartar la vista del instrumento

- ¿Seguro?- insiste él al percibir que algo más hay detrás

- Deberías vestirte- le advierte

- ¿Te distraigo o qué?- pregunta con picardía acariciando su torso desnudo, ya que su cuerpo únicamente está cubierto por unos calzoncillos

- Mi hermana no sé a qué hora vendrá y bastante tengo con explicarla que hemos dormido aquí- contesta algo brusca

- Ey- la frena acariciando su mejilla- si quieres me voy- propone en tono conciliador- no sé simplemente... - intenta explicarse no encontrando las palabras- yo que sé, irme ayer después de... no sé... no quería hacerte sentir mal- consigue pronunciar

- No pasa nada- intenta solucionar ella apartando la guitarra para acercarse más a él- simplemente no he dormido muy bien y tengo el día cruzado- se excusa antes de dejar un sutil beso en sus labios

- ¿Después de la uni te llamo entonces?- se asegura él

- Sí tonto, pero iré a ver al ratoncillo- le recuerda

- Pues vamos juntos y así no tienes que estar pendiente de los buses, ni de tu tía, ni de nada- se ofrece justo antes de revolver su pelo para subir corriendo las escaleras de nuevo, librándose del golpe que de seguro ella le iba a dar por atreverse a despeinar su flequillo

Apenas cierra la puerta tras despedirse de Samuel y no puede evitar volcar el peso de su cuerpo sobre ella y deslizarse. No entiende por qué se siente así, si debería estar pletórica ¿no? Pero esa sensación de extrañeza no se va de su cuerpo, como esa sensación de haber sido un lastre y no un elemento más del juego.

SaudadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora