Capitulo 22: Parar el juego

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Ve como se acurruca en ese incómodo sillón azul y como los párpados se la cierran por el peso del cansancio. Y no puede evitar que una sutil sonrisa se apodere de su rostro por la ternura que eso le transmite

- Aiti...- la llama suavemente para no despertar a Martín

- Dime- responde con la voz pesada abriendo sus ojos para centrar su atención

- Túmbate en el sofá, ahí te vas a romper la espalda- la señala

- ¿Y tú?- pregunta ella

- Da igual, aguanto- dice para no preocuparla, pero pretendiendo dormir en ese sillón que de seguro a su cuerpo le resulta enano

- No Luis- rechaza ella- te vas a dormir en este sillón y para ti sí que es incómodo que casi ni entras...- razona

- Pero tu mañana trabajas y hoy has venido de viaje, tendrás que ir descansada- insiste él

- Y tú te vas a quedar con mi hijo, nuestro hijo- se corrige al instante- y no pienso dejar que te duermas por las esquinas- rebate

- Pues... no sé...- responde algo dudoso rascando su nuca, pues en verdad se le ha ocurrido una idea que no sabe si como consecuencia hará desandar el camino ya recorrido con ella- podemos compartir el sofá- termina por proponer

- ¿No te importa? Sino... busco que me haga un huequito Martín- responde dudosa mordiendo su labio inferior

- Aitana, al niño le han puesto puntos y está tranquilo, es mejor no moverlo- la indica- y creo que descansaremos algo mejor los dos aquí, que alguno en ese sillón del demonio- expone con sinceridad

- Está bien- cede sintiendo como una bandada de mariposas empiezan a retumbar en su estómago

Deja una suave caricia en los rizos del niño que duerme con la respiración pausada, no solo para asegurarse de su sueño, sino para intentar templar los nervios que le han invadido. Ya que incluso siente temblar ligeramente su pulso. Y él lo nota, la nota temblar cuando se tumba a su lado en ese ancho sofá, aunque algo estrecho para dos cuerpos.

- ¿Tienes frío? Creo que había otra manta en el armario- la señala él con la voz temblorosa de sentirla tan cerca

- Nono, estoy bien- se apresura a aclarar por la necesidad de que no se levante y se vea obligada a perder su contacto

- Intenta descansar- la dice acariciando su pelo para intentar calmarla, sin darse cuenta que ese simple gesto, no solo acelera su pulsación sino también la de ella- creo que nos va a dar buena noche, es un valiente- hace referencia al niño

- Lo es- le da la razón ella

Para instaurar así el silencio, ese que no se atreven a romper debido a la proximidad de sus cuerpos. Porque ambos temen que sus pieles hablen, que un jadeo se escape al reconocer conexiones pasadas, porque a ambos les retumba demasiado en sus oídos el bombeo de su corazón. Y se concentran en cerrar sus ojos y dormir, se concentran en Martín y el miedo que han experimentado cuando les han llamado para informarles que estaba en urgencias. Y solo así parecen olvidar, al menos por unas horas, las sensaciones que les produce el otro.

Se despierta algo sobresaltada recordando la llamada del día anterior, pero se obliga a paralizarse de nuevo al sentir el calor que emite el cuerpo de Luis a su espalda. Aún no ha sonado la alarma de su móvil y la poca luz que se cuela por la ventana del hospital, tiene un tinte rosáceo. Es demasiado pronto. Intenta cambiar de posición para volver a conciliar el sueño pero el poco espacio que separa a ambos se lo impide. Siente las piernas del gallego justo por detrás de las suyas, su respiración hace cosquillas en su nuca y uno de sus brazos descansa sobre su cintura. Y no puede decir que la moleste esa sensación, como tampoco podría afirmar en voz alta que la moleste sentir el máximo esplendor de Luis a su espalda.

SaudadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora