Capitulo 35: Piensa en mí, no en ti

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Es el único sitio que la falta por recurrir, su última bala, pero también la que más la duele usar. Se toma unos minutos en la puerta de ese parque, ese, por el que no acostumbra a pasear sola. Quizás está demostrando ser una niña, que es como se ve muchas veces. Incluso, puede que esté formando una montaña de un grano de arena, pero no entiende nada.

Lo único que desea es que todo sea un mal sueño y al entrar en el parque del Capricho se le encuentre sentado en las escaleras de ese templete que tanta paz le da, jugando con alguna hierba entre sus manos. O mejor, que se despierte de esa pesadilla y después de desayunar con prisa, con el recordatorio incesante de Aitana de que va a llegar tarde, su coche esté ya en la puerta de su casa esperándola.

Ese coche que lleva toda la semana sin hacer acto de presencia. Y obviamente, no es su mayor preocupación que el chico no la facilite la vida llevándola de un sitio para otro. Sino que sabe que hay algo más detrás. Sino, no llevarían poco más de una semana sin verse y más cuando viven en la misma urbanización.

Se adentra con el paso tembloroso y no puede evitar que sus ojos se agüen ligeramente cuando comprueba que esa imagen que antes había visualizado no se cumple. Que ese templete está prácticamente vacío si no es por un par de niños que parecen jugar al pilla-pilla alrededor de este. Sin muchas fuerzas para buscar en ningún sitio más, toma asiento en esos escalones, esta vez sin tener sus piernas rodeándola.

Un vuelco da a su corazón cuando su teléfono suena, pero no es él, es Aitana de nuevo y una vez más cuelga su llamada. Necesita estar sola o en su defecto con Samuel, ese que se ha distanciado casi sin que se diera cuenta. Y sí, todo fue a partir del día que salió espantado de su casa.

La despedida a pesar de lo precipitada no fue extraña ni distante aquel día, es más, prometió llamarla por la noche. Sí fue en esa llamada en la que le noto peculiar, a pesar de las veces que Laia le repitió que Aitana no opinaba nada malo de él y que incluso lo había invitado a una futura escapada familiar. ¿Puede ser esa hipotética escapada la causa de su huida?

Lo cierto es que durante esta semana solo ha recibido escuetos mensajes con excusas por parte del chico. Desde "me he dormido", "hoy no me encuentro muy bien", "estoy a tope con la universidad" hasta "hoy mis padres están tranquilos, quiero aprovechar el día con ellos". Y así han pasado los días sin verse. Sin más mensajes a medias, sin tonteos, te quieros ni te echos de menos. Ni siquiera esos buenos días y buenas noches que la dibujan la mayor de las sonrisas.

Puede que simplemente sea una mala etapa ¿no?, puede que no haya nada malo detrás, que el problema no sea con ella. El problema es que todos y cada uno de esos mensajes se han ido cayendo poco a poco.

Por lo que sabe, Samuel lleva un par de días que no se encuentra bien. En otras circunstancias se hubiera acercado a esa cafetería que tanto le gusta a comprar ese bollo que hace rebajar el temperamento del chico cuando se enfadan. Pero estando malito, lo único que se la ocurre para hacerle sentir bien son unos mimos.

Martín ha ido a pasar la tarde con Luis y Aitana ha aprovechado para hacer la compra, así que no tiene que dar ninguna explicación para dejar esos apuntes que ya la estaban levantando dolor de cabeza y salir de casa.

Cuando llama a la puerta, lo hace con el ceño ligeramente fruncido. La extraña no ver el coche de Samuel en la puerta de la casa, aunque a veces alguno de sus padres lo toma prestado por comodidad y no sacar el suyo del garaje.

- Hola Laia bonita- la saluda Gonzalo, el padre de Samuel- ¿necesitabas algo hija?- pregunta aún desde la puerta

- No... ¿No está Samuel?- responde con la voz ligeramente temblorosa

SaudadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora