Capitulo 41: Picardías

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El más absoluto silencio, eso es lo que la envuelve. Y es cuanto menos extraño, porque la cuesta encontrar entre sus recuerdos alguna otra situación en la que se haya producido la circunstancia en la que se encuentra... Solo la luz ambiente del salón y ella. Ni la voz de Laia haciendo video-llamada con alguna de sus amigas, ni las risas de Martín jugando solo.

No sabe si la gusta o la agobia esa sensación. La despreocupación de no tener que preocuparse por nadie más que por sí misma. Esa despreocupación que casi ni conoce, pues parece que la disfrutó por última vez en otra vida... Pero por otro lado, el agobio de no estar haciendo lo que se espera de ella. Ella es la madre, la que siempre tiene que estar, la que se tiene que sacrificar, la que lo tiene que dar todo por sus hijos. ¿No es eso lo que la sociedad la ha enseñado?

Pero no podía negarles quedarse esta noche en esa casa que acaban de descubrir y que con tanto mimo ella misma ha ayudado a decorar a Luis. Aunque esto la suponga tener que madrugar más aún, para acercarles todo el material que necesitan para un nuevo día de cole y que no disponen en casa del gallego.

Martín camina por delante intercalando sus cortos pasos con pequeños saltos debido a la sorpresa que sus padres le han dicho que le van a dar. Y a pesar que era algo que ya tenían ambos ganas de hacer, les sirvió como la excusa perfecta para mostrarle al niño esa sorpresa como el premio a su buen comportamiento en las sesiones de evaluación de esa semana con la psicóloga.

A pesar de que la sorpresa ya parecía haber llegado, porque su estado de ánimo ya estaba alterado por la ilusión que para el pequeño supuso, que hoy fueran ambos los que le fueran a buscar al colegio. Aunque este hecho solo se debía, a la necesidad de los progenitores de comunicar al centro el estudio que estaban realizando y las sospechas que tenían sobre las capacidades de Martín.

- ¿A mí tampoco me vais a decir a donde vamos?- les pregunta Laia- que tengo que acabar un comentario de texto... - se queja

- Luis ya te había avisado de que hoy os quería enseñar algo y aún así has quedado con Samuel antes de ese comentario de texto así que... organízate mejor- la medio regaña Aitana

Luis no puede evitar mirar divertido a la catalana y si no fuera porque lo que tienen es un secreto, se comería a besos a la chica ahí mismo, en mitad de la calle

- Ya estamos llegando- indica- así que pronto podrás hacer eso- ríe despeinando ligeramente a la joven- ¡Príncipe!- llama a su hijo- como sigas para delante te pasas la sorpresa- dice provocando que el niño quede quieto como una estatua por miedo a perderse eso que le quieren enseñar

Tan pronto como llegan al portal, Aitana saca de su bolso un par de antifaces sorprendiendo a todos los presentes, incluido Luis

- No me pienso poner eso- se resiste Laia

- No me seas...- se queja la catalana

- Esto también es sorpresa para mí- se defiende Luis ante la mirada de ayuda que le lanza la adolescente

- Las cosas hay que hacerlas bien Luisin...-le pica agachándose para estar a la altura de su hijo- ¿verdad que tú si te lo pones para que sea más sorpresa?- pregunta al pequeño que no tarda en responder afirmativamente

Finalmente consiguen que ambos mantengan sus miradas ocultas y mientras suben las seis plantas en el ascensor, el gallego no puede no aprovecharse de la situación. Los dedos de Luis se entretienen serpenteando por la espalda de la catalana, mientras con discreción intenta atrapar entre sus labios el lóbulo derecho de Aitana. La chica intenta retener su risa intentando separarse sin ser demasiado brusca, primero porque tiene a su hijo en brazos y segundo porque ella no cree poder mantener el silencio que sí mantiene él.

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