Capitulo 44: Pillados

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En muchas de sus mañanas ha buscado alargar su estancia en la cama, porque suele resultar el mejor refugio ante la tempestad de lo que ocurre fuera. En otras ocasiones, solo buscaba remolonear para encontrarse a sí misma. Pero hoy, no busca huir de lo de fuera, ni tampoco encontrarse de nuevo, simplemente busca alargar ese paraíso que le resultaba y le resulta despertar a su lado.

No se considera demasiado experta tomando decisiones, pero sin duda, sería muy difícil escoger entre la protección de sentir sus brazos rodeándola, la ternura con la que se despereza entrecerrando sus ojos para protegerlos del sol o las cosquillas que produce el roce de su barba cuando busca despertarla entre besos.

Quizás porque es una ardua tarea, no ha dudado en perder minutos de esa mañana en esperar a que se despertara para no dejar de sentir su calor. Así como a observar cómo el gallego se estiraba, para después hacerse la dormida y dejarse despertar entre besos y abrazos que han conseguido arrancarla más de una sonrisa. Besos, sonrisas y abrazos que hubieran perdurado aún más, si no fuera por el pequeño estruendo que les alarma a unos metros de distancia.

Aitana está aún retorciéndose entre los brazos de Luis siendo sometida a una autentica tortura de besos y cosquillas por falsear su sueño, cuando es ese ruido, el que hace frenar en seco sus movimientos. Sus miradas se cruzan interrogantes y es la catalana la primera en reaccionar apartando el cuerpo del chico del suyo para descubrir el origen.

Una risa nerviosa pero mucho más relajada, al ver que no hay un peligro real, escapa de sus labios cuando ve a su hijo cargado con su cubo de construcciones, intentando reordenar aquellos bloques que han escapado de su alcance escaleras abajo

- Cielo- llama su atención con suavidad para no asustarle- si es más grande que tu...- le señala entre risas acercándose- anda que te ayudo

- No, yo solito- se muestra reticente de aceptar la ayuda de su madre

Aitana algo confusa le deja hacer pese a observar de cerca los movimientos del niño, para asegurarse que no se hace daño ni tropieza escaleras abajo. Cuando ya están bajando con éxito los últimos peldaños, Luis los alcanza ya vestido con el vaquero y la básica que había dejado en la casa el día anterior.

Sus miradas vuelven a cruzarse buscando respuestas que no encuentran, mientras Martín ajeno a ellos, continúa con su empeño de trasladar todo su cubo al jardín de la casa. Aitana al darse cuenta de sus intenciones vuelve a frenarle

- Martín es pronto para salir a la calle, vamos primero a desayunar, luego ya construyes lo que quieras- le explica

- No- niega el pequeño tajante

- Martin haz caso a mamá- intenta mediar Luis sin entender demasiado bien el comportamiento de su hijo, pues hasta donde conoce, suele tener buen despertar

- ¡No quiero!- niega con más impetú

- Eso sí que no...- reacciona la catalana- ¿desde cuándo se habla así en esta casa?- le regaña retirando el cubo de bloques a su hijo, obteniendo como respuesta el total vacío por parte del niño, que se gira cruzado de brazos para no verla- Martín, te estoy hablando- le interpela nuevamente para que la mire

- Te está hablando tu madre...- vuelve a mediar Luis con un tono de voz más serio

- No quiero hablar con ella- contesta nuevamente solo a su padre- me voy contigo- le indica

- Pues hasta que no hables con tu madre, nadie va a hablar contigo- le advierte no dando su brazo a torcer, ganándose una mirada algo culpable de Aitana que no sabe si no se están pasando con el niño

- Pos me enfado- le reta dejándoles plantados en el salón volviendo a subir las escaleras para oír un portazo posterior al grito que ambos emiten llamándole

SaudadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora