Capitulo 59: Cumpliendo deseos

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Cuando idearon ese viaje, ninguno pensó que lo canjearían justo en ese momento. Pero puede que la necesidad de recuperar momentos juntos como la familia que son, haya propiciado no demorarlo demasiado y encontrar en esa fecha, la excusa necesaria.

A pesar de que les ha costado poco adaptarse de nuevo a esa rutina, aun les parece increíble incluso algo utópico, poder amanecer al lado del otro sin un diminuto cuerpo separándolos. Y mucho mejor es casi, despertarse con el ruido del despertador dándose el ánimo suficiente para levantarse, antes de que el terremoto que tienen por hijo, entre dando saltos revolviendo su estómago vacío.

Sin embargo, hoy es diferente, hoy solo están ellos dos. Luis alarga su brazo y es al segundo pitido cuando logra frenar ese sonido infernal. Desearía alargar más los minutos sobre el colchón, pero lo cierto es que no les sobran demasiados

- Aiti...- susurra dejando un beso sobre su cabeza que le queda a la altura del pecho- hay que levantarse

- Pero si casi no he dormido...- se queja la catalana acariciando el pecho del chico aún desnudo

Y no miente, porque entre que no llegaron demasiado pronto a la capital francesa, que no abandonaron la habitación de Laia y Martín hasta que este último se durmiera y los juegos entre sabanas se alargaron gracias a la tranquilidad de saberse en completa intimidad... lo cierto es que el reloj les ha ganado la batalla y apenas han dormido unas horas

- Como lleguemos tarde a Disney y Martín no pueda ver todo, te arrepentirás de remolonear- asegura convencido, a pesar de que su convicción quiere flaquear cuando las caricias de la chica llegan a su abdomen

- Por un ratito más en la cama no va a pasar nada...- susurra antes de dejar un beso en su pecho – es muy pronto- asegura descendiendo aún más en sus caricias

- Aiti...- intenta llamar su atención de nuevo al notar como sus finos dedos son los que se introducen con delicadeza en su calzoncillo

- Shhh- le pide silencio al atrapar en su mano su erección matutina, siguiendo con sus labios los pasos que anteriormente han seguido sus manos

El cuerpo del chico inconscientemente se acomoda en la cama como respuesta automática de los gestos de la chica, siendo inevitable que una de sus manos busque recorrer el cuerpo de la catalana. Es cuando siente la humedad de la lengua de Aitana, cuando un gemido escapa de su garganta y no mucho más, tardan sus dedos en enredarse en su melena para ayudarla a guiar sus movimientos.

La razón se escapa por completo también del cuerpo del gallego, descubriendo que le interesa mucho más redescubrir los infinitos mundos que oculta el cuerpo de la catalana antes que volver a caminar entre turistas y dibujos animados.

Su piel se estremece al sentir como un cosquilleo lo invade y es un impulso primario, el que lo lleva a obligar a la chica a cesar en su tarea. Dirige con mimo su barbilla y pide con su mirada que alcance su altura. Sus lenguas no tardan en buscarse, mientras sus cuerpos friccionan sin encontrar aún la pieza a la que unirse por completo.

Pero esa danza tan bien acompasada debe esperar, pues es ahora Luis el que quiere deleitarse besando cada lunar que tan bien conoce de la chica. Empieza saboreando ese tan sexy que tiene en su barbilla, ese que siempre ha sido uno de los detonantes para hacerle perder la cordura. Continúa por su cuello, para seguir por un par de ellos que decoran su pecho. Pecho, que deja clara la evidente excitación que siente la catalana, que hasta ahora ahogaba sus gemidos estoicamente. Pero cuando el gallego decide incluir sus aureolas como lunares, un suspiro escapa de sus labios provoca una sonrisa victoriosa en el rostro de Luis.

La batalla no termina aquí y es que el chico está dispuesto a devolverle a Aitana esos buenos días tan satisfactorios que le ha dado. Por ello, no duda en continuar la travesía en ese mundo en el que le encanta adentrarse. Tanto, que no le cuesta conseguir que los gemidos de Aitana se multipliquen. La combinación de la lengua en su sur, con una de sus manos aún en su pecho, hace que un intenso calor recorra a la catalana. Provocándola unos espasmos involuntarios que solo logra contener de manera parcial, aferrándose al brazo y los rizos del gallego.

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