Capítulo 8

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En el despacho, nuevamente había aparecido el silencio, Natalia trataba de no mostrar enfado por la poca cabeza de su hermana, conociéndola imaginó que al encontrarse con Alba le diría algo equivocado seguramente, por sus palabras la noche anterior, que tenían un significado y Elena lo entendió de otra manera. "Lo que me faltaba", pensó para sí con ganas de llorar.

Natalia: No sé qué decirle, supongo que mi hermana me malinterpretó anoche cuando le dije que Alba era la mujer de mi vida

Rafi: No quiero que le hagas daño Natalia (sin poderlo evitar se puso a llorar, mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo) Ella ha sufrido mucho y no quiero que le hagas daño

Natalia: ¿Cómo puedo hacerle daño si la quiero?, se lo juro Rafi, la quiero sé que ella jamás me va a perdonar, pero no puedo callar mi corazón (se acercó hasta ella agachada tomándole las manos) Yo no quiero que sufra, no quiero hacerle más daño solo quiero que me dé la oportunidad de demostrarle poco a poco que me he enamorado de ella...

Rafi: Alba tuvo un problema muy grave... ella por eso... por eso...

Natalia: ¿Qué pasó?, confié en mí. Solo quiero ayudarla

Rafi: Fue horrible, siempre ha tenido mala suerte, pero aquello... la marcó para el resto de sus días, verás...

La puerta volvió a abrirse esta vez de par en par y con un golpe seco, Natalia se puso en pie de un salto, miró a Rafi un tanto inquieta al ver que una Alba con cara de muy pocos amigos, aparecía en escena precisamente en el momento en que su madre por fin iba a contar lo que le pasó. Al verla, Rafi, también se puso en pie y allí las dos quietas observaban a la camarera que mantenía su mirada fija en Natalia.

Alba: ¿Puedes marcharte mamá?

Rafi: Hija...

Alba: Mamá (su voz se mostró serena, pero mandataria)

Rafi: Gracias por todo doctora

Natalia: No hay de que Rafi (dijo débilmente mirando de reojo a Alba)

Rafi: Hija, ¿vamos? (trató de llevársela de allí)

Alba: No, ve tú.

Así quedaron allí ambas desafiándose con la mirada, aunque si había alguna ganadora ésa era sin duda Alba, parecía machacar a Natalia, como si poco a poco se fuera haciendo más y más pequeña ante ella. Su culpa, su maldito sentimiento de culpa le hacía mostrarse un poco azorada, pero sin duda sabía cómo latía su corazón, como su estómago se removía como si en él estuvieran miles de mariposas. Cruz tenía razón, era inútil negarlo, estaba enamorada, por ese motivo, se le escapó una sonrisa que iluminó su rostro, mientras Alba se acercaba con el suyo serio, sacó su mano del bolsillo, sin mirarla dejó un billete de cien euros sobre la mesa y le dijo mirándola fijamente.

Alba: No te debo nada

Natalia: No era necesario (se defendió ante la posición algo chulesca de Alba que parecía haber cambiado, ya no se mostraba asustadiza, más bien, se mostraba orgullosa y desafiante) ¿Qué te ha dicho mi hermana?

Alba: Y a ti qué te importa

Natalia: Lo suficiente como para poder aclarar el malentendido

Alba: Tú y los errores, tú y los malentendidos, mira sólo te digo una cosa, que no te vea acercarte a mi madre, ¡qué no te vea con ella nuevamente! (no elevó el tono, pero lo hizo lo suficientemente duro, como para impresionar a Natalia)

La apuesta (ALBALIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora