Capítulo 62

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Para suerte de Natalia, su vecino era un privilegiado en coches, si realmente lo hubiera querido, la noche anterior le hubiera pedido ayuda, pero debía reconocer que no quiso, que lo que realmente quería era estar junto a Alba y la niña, sus dos soles, desde que había salido de casa no había podido dejar de sonreír, aquellas palabras de Alba, notaba como con ellas había arrastrado algunas piedras antiguas que habían formado la muralla de su corazón el mismo día que la perdió. Allí el hombre miraba el motor y dio un chasquido con la lengua, le señaló un cable y ante la sorpresa de Natalia le dio una explicación que la dejó incrédula.

Natalia: ¿Está seguro que si no se quita el cable no se desconecta? (el hombre le confirmó la teoría) Gracias Bernardo

Su gesto alegre se camufló por un instante, suspiró y como si fuera un toro que sale de chiqueros, entró en casa y fue sin saber porque después de la visión que le vino a la cabeza hasta el comedor, allí se dio cuenta que estaba la chaqueta que la noche anterior Alba había llevado en sus manos todo el rato, la abrió, la miró y con rabia la llamó.

Natalia: ¡Alba!, ¡Alba!

Alba: ¿Qué pa...? (se calló al ver su gesto, pero más al ver que en sus manos mantenía la chaqueta manchada de grasa)

Natalia: Esta es tu manera de no mentirme, ¡de no engañarme!, ¿te crees que soy idiota?, o definitivamente te encanta tratarme como una idiota?

Alba: Nat por favor (trató de defenderse con gesto repleto de temor ante su malestar)

Natalia: Te espero en el coche

Alba: ¡Mierda!...

El portazo de Natalia, su rabia, su ira, y su decepción, se dejaron notar en el tremendo estruendo. Nati salió corriendo de la habitación, ante los gritos de Natalia y el golpe, la niña se asustó, nunca había visto una discusión entre sus madres, ni mucho menos había escuchado un golpe de aquellas características. Alba calmó su miedo cogiéndola en brazos y dejándole un beso en la frente con su gesto todavía crispado por la reacción de Natalia. Tras recoger las cosas que había en la habitación, salió, comprendía que Natalia había relacionado sus palabras sobre Euge con aquella mala jugada que le había hecho la noche anterior, pero nada tenía que ver una cosa, con otra, trataría de explicárselo, quizá mejor callarse en ese momento, nunca la había visto así con esa furia, con esas ganas de gritarle que se notaban y le dolían.

Temió salir, pero no le quedaba otra escapatoria, al hacerlo, la encontró caminando de un lado a otro como si fuera una fiera enjaulada, llevaba sus pupilas dilatadas como si fuera una felina que había descubierto a su presa y no estaba dispuesta a dejarla escapar, Alba puso a Nati en su silla, dio la vuelta por detrás del coche para llegar hasta su asiento y entonces se encontró con la mano firme de Natalia en su brazo, la mirada repleta de dolor y entre dientes decirle.

Natalia: No juegues conmigo Alba... te lo advierto

Alba: No pienso hablar contigo ahora en el estado en el que estás

Natalia: ¿En el estado en el que estoy? (le preguntó enfurecida)

Alba: Eso he dicho, y ahora suéltame la niña está nerviosa, creo que te has pasado

Natalia: Perfecto... ¿la culpa es mía encima?

Alba: No te estoy echando la culpa, solo te digo que te calmes ¿vale?, no es tan grave, ¿no?

Natalia: Alba (la miró con decisión)

Alba: Ya te he demostrado que por ti estoy dispuesta a todo, si tengo que quitar un cable para pasar junto a ti la noche, lo hago, si tengo que esperar por ti, espero, todo lo que sea necesario por estar contigo...

La apuesta (ALBALIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora