Capítulo 59

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Alba salió hasta la calle con el pensamiento de que estaría en casa, y de no estarlo, volvería a la suya porque sin duda estaría comiendo con la fotógrafa y por más que le produjera un agudo dolor estomacal debería asumir aquel encuentro sin más. Subió pensando en que podría estar durmiendo, había trabajado y debería estar cansada, quizá por eso no había escuchado el timbre, el ruido de las llaves en su mano le demostró que estaba realmente nerviosa, realmente ansiosa por encontrarse con ella. Abrió la puerta con un poco de temor, no podía haber cometido ninguna tontería, parecía que realmente estaba mucho mejor, y así, se iba mentalizando poco a poco de que no iba a encontrarse con una Natalia en mal estado físico, hasta prefería encontrarla con la otra. Por esa razón desde la puerta la llamó.

Alba: Nat... ¿estás aquí? (se adentró con algo de temor) Nat

En el piso no había señales de su presencia, se asomó con el corazón en un puño a la habitación, antes de llegar cerró los ojos pensando.

Alba: ("Por favor que no esté con ella o me muero aquí mismo")

Al asomarse, vio la cama sin deshacer, sin duda, no había estado allí, fue a la cocina y no había señales de que hubiera utilizado nada, todo limpio e impoluto como tanto le gustaba a ella, sonrió al pensarlo, sonrió al recordar como siempre le reñía cuando se dejaba cosas por el medio, había sido poco tiempo, pero tantas vivencias que su corazón dio un pequeño pellizco, haciendo que sus ojos se volvieran un tanto turbios por los recuerdos. Fue hasta el despacho y allí vio un sobre de fotografías, sonrió, había sacado copias seguramente por eso había quedado con la fotógrafa, suspiró y se acercó, mientras esperaba un rato podría volver a contemplar las instantáneas de su niña. Abrió la carpeta donde estaban y su rostro se quedó pálido, perplejo, sin reacción posible ante lo que sus ojos estaban viendo.

Alba: Pero...

Se quedó muda, sin saber ni siquiera que decir ante sus fotografías, era ella, ella sonriendo, ella de perfil, ella poniendo un gesto de sorpresa, ella con la cara de tontita mirando supuestamente a quien hacía la fotografía, ella, ella y siempre ella. Tras ella las fotografías de la niña, aquello significaba más de lo que Natalia había tratado de hacer parecer, según ella no estaba dispuesta a seguir aquel camino que su hija le había propuesto unidas de las manos, se daba cuenta que de lo que Natalia decía, a lo que después hacía, había una gran distancia, y quizás esa distancia quien la podía acortar era ella misma poniendo punto y final a tan rocambolesca situación en la que se encontraban. Natalia la quería no tenía dudas, no las tuvo cuando discutieron, no las tuvo nunca cuando estaba lejos, y ahora se daba cuenta de ello, en su corazón siempre había una esperanza por mucho que quería dar la vuelta a sus sentimientos, o hacer protagonistas a sus dudas, sabía que era imposible que Natalia la hubiera olvidado, precisamente porque ella había vivido su mismo calvario a la inversa, del odio por lo que había significado todo para ella pasó al amor más desesperado y fuerte que jamás pensó pudiera sentir, Natalia había pasado del amor al odio, pero por mucho empeño que trataba de ponerle Alba sabía que no podía odiarle precisamente porque el amor que había sentido por ella era tan fuerte como una montaña, tan duro como una roca asentada en la tierra por millones de años. Tomó aire, respiró con fuerza, no quería seguir mirando le parecía que estaba profanando el terreno privado e individual de Natalia, así, decidida volvió a llamar al móvil, seguía apagado o fuera de cobertura.

Alba: ¿Dónde estás Nat?... ¡joder!...

Trató de no ponerse más nerviosa de lo que ya estaba, estuvo mirando por la ventana para saber exactamente qué era lo que ella veía cada noche cuando se asomaba para desear las buenas noches a su hija, al entrar al cuarto, su alma renació, su necesidad de sentir a Natalia desembocó en su corazón, no era deseo de amarla, era algo mucho más íntimo, era ese deseo de abrazarla, de acunarla entre sus brazos, de repetirle una y mil veces que no la dejaría, que nunca volvería a cometer el mismo error, porque ahora sabía cuánto costaba, y aunque lo había necesitado, era consciente que no quería separarse de Natalia ni de su amor por más tiempo, decidida a terminar con aquel calvario particular, llamó a quien quizá supiera que estaba haciendo Natalia. Marcó y esperó, pronto apareció su voz cansada.

La apuesta (ALBALIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora