Capítulo 9

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Ambas la vieron desaparecer con las manos metidas en su cazadora de cuero verde, con paso decidido, su melena lacia se movía al viento suave que se había levantado pintando el cielo de colores variados, haciendo que el amanecer se precipitara en aquel lado de la ciudad.

Tras abrocharse el anorak viejo que llevaba y sacar su mochila con el dinero contado para coger el autobús, salió con andar pesado Alba, le daría tiempo para una ducha rápida tomar algo y volver a irse al trabajo, además por la tarde, tenía esa cita con el abogado, con aquel abogado que ella no conocía y no había solicitado, pero en ese momento debía dejar de lado su odio por la persona, debía centrarse en conseguir la adopción.

Natalia Lacunza, la vio llegar, y sintió como su corazón se alteraba, la vio cansada y sintió deseos de abrazarla y llevarla hasta el coche para que no diera ni un solo paso más, le dieron deseos de besarla y rogarle que la amara. Pero en lugar de todo aquello, lo único que hizo fue esperarla, así de sorpresa le sería más fácil que la escuchara.

Alba andaba removiendo su mochila, buscando el dichoso monedero que siempre se le perdía.

Natalia: Hola

Aquella, voz... era su voz... era ella... otra vez, levantó la mirada de su mochila y allí la encontró con gesto de disculpa y una sonrisa a modo de perdón.

Natalia: Tienes cara de cansada... pero... ¿me dejas que te invite a un café?, seguro no has tomado nada

Alba: Tengo prisa (lo dijo con voz clara, sin ese reproche continuo)

Natalia: Solo será un café (no sacó sus manos de los bolsillos, pero trató de acompañar el gesto de ruego con una mínima elevación de hombros para parecer realmente consistente en sus palabras) Te lo aseguro

Alba: Te he dicho que tengo prisa (pero no se movió)

Natalia: Te dejaré en casa (sin poderlo evitar se mostró algo sorprendida por la actitud tan diferente de Alba con ella)

Alba: No, he de irme (comenzó a andar)

Natalia: Vale pues te acompaño a la parada del autobús y hablamos (insistió)

Alba: Yo no tengo nada de qué hablar contigo, ya lo sabes (nuevamente su tono volvía a ser agrio, tan agrio como siempre y su actitud tan borde, fría y acusadora como siempre)

Natalia: Bien pues yo hablaré (habló con cierto aire de suficiencia como siempre también que una ponía su peor parte de sí misma la otra le respondía de igual modo)

Entre tanto Elena buscaba una cadena de música adecuada a sus gustos, nuevamente el grito de Ici, la sacó de su ensimismamiento con la radio.

Ici: ¡No puede ser!, ¡no puede ser!

Elena: ¿Qué te pasa ahora?

Ici: Mira lo que ha hecho cambiar a tu hermanita de expresión y de ánimo, ¡me lo temía! (señaló hacia la puerta del Tanatorio)

Elena: Joder si es la camarera (murmuró atónita)

Ici: Si al final, ya verás, ya... caerá en sus brazos

Elena: Si fuera yo a quien le hubiera hecho aquello, te aseguro que no actuaría como hace ella

Ici: O le falta carácter que me ha demostrado que no, o le gusta Nat

Elena: Es que mi hermana es irresistible (sonrió orgullosa)

Ici: Y la cabrona lo sabe y juega sus armas de una manera espectacular

La apuesta (ALBALIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora