1. ¡No voy a vivir con un trío de viejas viudas y sus gatos!

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Ainhoa's P.O.V

— ¿Seguras de que es aquí? —Pregunta mi mamá por decimoquinta vez desde que nos bajamos del carro, y ni siquiera hemos entrado al edificio.

— Si, patrona. Esta es la dirección que me pasaron —Responde Elena antes de que a mí me dé por lanzarle la maleta en la cabeza a esa mujer que me dio la vida—. Además, es la misma torre de la foto. Solo hay que subir al piso dos y buscar el apartamento. Se supone que ya debería estar alguna de las otras chamitas.

— Ojala sean buena gente. No te hago viviendo con un trío de desadaptadas —Se burla mi papá, Gabino Campos, ganándose una mirada asesina de mi parte.

Me abstengo de decir que viví con dos durante toda mi vida, y que una más no haría la diferencia.

Realmente, no debería hacerme viviendo con tres niñas gafas.

— Y yo no me hacía con marido e hija siendo tan joven, pero heme aquí —Dice Alexa con tono de cansancio— Ya dejemos a esta enferma en su apartamento y vámonos que ando arrecha de tanto tener a alguien pisándome los talones ¡Ya me basta con Aranza! Definitivamente, odio Caracas.

— Deja las groserías frente a la niña, Alexa —La regaña mi mamá, aunque mi sobrina está muy distraída admirando todo mientras nos dirigimos a las escaleras luego de abrir las rejas con las llaves que le entregaron a Elena.

Hace varios meses que no venía a Caracas, pero realmente no me molesta estar en una ciudad tan poblada. Claro, estoy acostumbrada a que en Valencia no tenía a tantas personas tras mío, pero he venido varias veces acá para visitar a algunos familiares lejanos y no he tenido problemas.

El problema que tengo justo ahora es que estoy por conocer a las tres chicas con las cuales compartiré hogar desde ahora hasta recibirme como diseñadora gráfica, y de seguro pasaré mucha pena al llegar con toda mi familia acompañándome, como si fuera una niña que dejan por primera vez en el preescolar.

Comenzamos a subir las escaleras, pariendo con todas las maletas. Digamos que soy esa clase de personas que tiene mucha ropa, pues tengo la que uso estando con mamá, y la que uso cuando no está mi mamá.

Por ejemplo, mi mamá no tiene ni la mínima idea de la existencia de mis varios vestidos ajustados por encima de la rodilla.

Me mata si se entera, y mata a Alexa por regalármelos.

Todos, completamente todos, estamos cargando algún bolso o maleta, y mi papá está subiendo mi mísera bicicleta, la cual no planeo usar si alguna de mis compañeras tiene carro. Estamos aquí; Mi mamá, mi papá, Elena, Alexa y, mi infaltable y fastidiosa sobrina, Aranza.

¿Por qué no puede hacer como Elena y dejársela a su marido por lo menos un día? ¿Por qué?

Ya me habría suicidado si también hubieran venido Jesús y Juan ¡Esos niños son unos demonios!

Aunque unos demonios muy graciosos, debo admitir.

Cuando llegamos al piso dos, comenzamos a buscar el apartamento en el que viviré ahora y, al encontrarlo, mi mamá no piensa dos veces antes de tocar el timbre.

Pero nos topamos con la sorpresa de que quien nos recibe es una señora que lleva recogido su cabello castaño con reflejos rubios, con ya unos años encima y tez bronceada. Lleva una bata de dormir y unas cholas.

— ¡No me digas que viviré con un trío de viejas viudas y sus treinta gatos! —Le grito-susurro a Elena, horrorizada, y ella reprime una risa— ¡No te rías, mamagueva! ¡Yo odio los gatos!

$ Buenas tardes, señora —Saluda mi mamá con su sonrisa de "domingo en la iglesia"—. Somos la familia Campos y veníamos a...

— Somos santeros—Interrumpe con su voz áspera antes de cerrarnos la puerta en la cara, y yo me tengo que tragar mi carcajada.

Venezuelan RoomiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora