23. Chisme destinado a brillar

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Alysia's P.O.V

Llevo desde principios de septiembre intentando superar a mi asqueroso ex. Creí que si me repetía a mí misma que ya era agua pasada, se haría realidad.

Pero no es cierto.

Y me di cuenta de eso cuando escuche su voz luego de casi dos meses sin hacerlo. Es arrecho porque estaba acostumbrada a escucharlo todos los días, y de un día para otro eso se acabó.

Ya no lo quiero como en un principio, es evidente, pero sigo teniéndole algo de cariño porque fue un pinche año de relación, de momentos muy lindos que él mando a la cochina mierda por ser un maldito ambicioso. Ahí fue cuando me di cuenta de que todo ese año estuvo basado en mentiras, pero mentiras muy lindas que se me incrustaron en lo más recóndito de mi putrefacto corazón.

Para no ser mala, pues les voy a contar la historia como se la tuve que contar a las muchachas mientras veíamos a todo el mundo cantando en el karaoke que empezó hace un rato. No soy de las que contando sus trágicas historias por decima vez se vuelven a poner a llorar. Solo lloré cuando se lo conté a mi mamá, quien me pregunto cómo estaba él tres días después de que termináramos —o de que yo le terminara—. Después de eso, dejaron de salir lágrimas.

Hasta hoy.

Conocí a José Valenzuela cuando yo tenía 16 añitos. El chamo me parecía lindito, pues, pero hasta ahí, porque yo no quería novios, o eso decía yo hasta que el logró convencerme dos meses después, a últimos de mayo. Nos hicimos novios y todo hermoso, pues. La vida es bella y color de rosa.

Yo vivía en mi feliz romance, conocí a su familia, él a la mía. Luego hacíamos salidas para pasar tiempo juntos nosotros y con nuestros amigos. Todo bonito. Cualquiera creía que éramos la pareja perfecta, hasta yo me lo creí.

A los dos meses de relación, yo noto que el carajito tiene ojeras y le pregunto medio preocupa "¿Amor, que te pasa? ¿No dormiste bien?". Él me responde "No, bella, es que empecé a trabajar y es de noche". Cabe resaltar que él carajo tenía 18 años en ese entonces. Yo, toda ilusa, me emociono y le pregunto que de qué trabaja y en donde, y él contesta que no era nada muy importante, que hacía de mesero en la pizzería del papá de un amigo. Yo había ido ya a esa pizzería, y me acordaba que había un papel que decía que buscaban mesero así que me trague el mojón de manera monumental. La poceta, me dicen a mí.

Por favor, denme el premio a la novia más cabrona del mundo.

Ya un año y pico después, —en los últimos días de agosto, este mismo año—, yo voy feliz de la vida caminando hacía la casa de una amiga para contarle que la prima de una amiga de mi mamá —aka la hermana de Ainhoa, Elena— estaba alquilando un apartamento de estudio en Caracas para su hermana menor y otra chama —que resultó ser Anisha, sobrina de la dueña original del apartemento—, y que estaban buscando a otras dos muchachas para que también lo alquilaran y la renta fuera menor, así que yo iría a ver el apartamento al día siguiente, es decir domingo. O sea, imagínense lo emocionada que estaba yo porque estaba a un paso de ser un poquito más independiente.

Resaltemos que la casa de mi amiga quedaba cerca de la pizzería, y mi carro estaba en el taller para que estuviera a la perfección en el viaje a Caracas que haría, razón por la que fui caminando. Le doy gracias a Dios por ir caminando, sino seguirían viéndome la cara de pajua'.

Que si soy, pero tampoco para tanto.

Ajá, me fui del tema.

Por la emoción y todo eso, me choco con un carajo y me hecha su agua encima. Él loco me pide disculpas todo apenado, y me dice que vaya con él a su trabajo para poder secarme, que no quedaba tan lejos. Me dio tanta cosita con él chamo que, a pesar de que le dije que la casa de una amiga quedaba cerca, seguía intentando enmendar su error, que acepte y fui con él a su trabajo que si quedaba súper cerca.

Venezuelan RoomiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora