CAPÍTULO 9

971 125 23
                                    

Jamás en mi vida había sentido este dolor y pesadez tan fuerte, no puedo mover ni un sólo musculo, mis sentidos sólo se enfocan en los malestares de mi cuerpo por lo que sólo siento que alguien pone trapos fríos en mi frente, cuello y manos, y tam...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jamás en mi vida había sentido este dolor y pesadez tan fuerte, no puedo mover ni un sólo musculo, mis sentidos sólo se enfocan en los malestares de mi cuerpo por lo que sólo siento que alguien pone trapos fríos en mi frente, cuello y manos, y también como me acarician la mejilla.

Trato de abrir mis cansados ojos, y así poder ver de quién se trata, pero no puedo y la persona junto a mí se da cuenta de eso.

—Tranquila, cariño. —Consuela con su temblorosa y sollozante voz. —No te esfuerces, mi amor, tienes que recuperarte bien. Con calma.

Su voz me calma y vuelvo a perder la conciencia, ahora me siento segura, ya no debo pelear más. No sé cuánto tiempo pasa cuando mis sentidos se comienzan a agudizar, oigo sonidos más lejanos, puedo percibir olores, ya siento más cosas, lo que indica mejoría, sin embargo, no es nada bueno en estos casos ya que todo se triplica.

Dolor, dolor y más dolor.

Abro mis ojos con cuidado, y vuelvo a cerrarlos inmediatamente, debido a la luz que me ciega y la intensa cefalea que me invade. —Auch. —Esas delicadas manos me toman la cara y me la acarician para relajar mis músculos faciales.

—No te esfuerces, ahora estás a salvo. Tu tía te cuida. —Tomo una inspiración profunda y comienzo a llorar, sabiendo que ella me está sosteniendo y consolando. —Ese monstruo pagará lo que te hizo mi cielo. Pero ahora debes calmarte, yo cuidaré de ti.

Sigo sollozando, sintiendo el apoyo de los brazos y besos de mi tía. Le amo profundamente, claro que no puedo comparar, pero amo a ella y mi madre con igualdad. Cuando todas las emociones salen de mí, me atrevo a abrir los ojos nuevamente, sabiendo las molestias que me esperan al hacerlo. Parpadeo con cuidado, primero viendo todo borroso, pero luego comenzando a aparecer la nitidez. El rostro pálido de tía Karen me dice la verdad, de seguro me veo terriblemente mal. Sus ojos llorosos y enrojecidos destilan eterno amor, sin embargo, me extraña ver que de igual manera la culpa la carcome.

—Hola. —Le sonrío con calidez, aunque me duele hacerlo.

—Pequeña mía. ¿Cómo te encuentras? —Toca mi rostro con su palma y acomodo mi cara en ella, como cuando era niña.

Ambas suspiramos, sintiendo el peso de esos recuerdos en nuestros hombros. Siempre fuimos muy cercanas, hasta cuando madre enfermó y ella vino aquí. Nos enviábamos cartas y luego se me permitió visitarla una vez por semana. Por supuesto padre no me dejó hacerlo tan seguido, pues según él era mal ejemplo para mí. En aquellas noches de tormenta corría a su habitación para dormir con ella, siempre me recibió con un abrazo y poniendo su mano en mi rostro justo como lo hace ahora.

Una lágrima cae de su ojo derecho mientras me mira. —Ahora todo volverá a ser como antes mi niña, nuestras habitaciones están juntas, podrás escaparte cuando quieras.

Sonrío, pero hago una mueca en mi cara al sentir ese dolor en la mejilla. —Ya no le temo a las tormentas tía.

—Si, lo sé, cariño. —Reposo en su mano por varios segundos, hasta que de reojo veo cómo una lágrima cae empapando su mejilla. —Cuando te vi en los brazos del obispo pensé que moriría. Te veías tan pálida, magullada, que pensé que... —Traga duro, sintiendo en su garganta las emociones dolorosas. —Pero estás bien, y eso es lo importante. Ahora sólo debes ir cuesta arriba, mejorando día a día.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora