CAPÍTULO 13

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Nos miramos por lo que parecieron horas, hasta que quise saber sus razones, ignorando mi timidez

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Nos miramos por lo que parecieron horas, hasta que quise saber sus razones, ignorando mi timidez. —¿Por qué razón te has arriesgado de esa manera por mí?

Agachó su cabeza como si estuviese avergonzado, aunque dudaba que supiera que significaba esa sensación. —No lo sé. Sólo sentí que debía ir, sentí que sucedía algo malo.

Abrí mi boca sin saber que decir, pues de inmediato recordé aquella discusión con papá. —A decir verdad, si fue un día complicado. —Observé como seguía con el rostro hacia abajo, confundida. —¿Entonces te encuentras bien? Digo... además del ...eh... golpe. —Me golpeo mentalmente. Es obvio que no está bien, idiota. —Tengo un ungüento para aliviar dolores dentro de la bolsa, siempre vengo preparada. Déjame ayudarte.

Ignorando su poca atención hacia mí, caminé hacia él con el frasquito en mano. Él veía mis pies, por lo que supuse que sabía que estaba a su lado esperando ver su moratón. Al ver que no reaccionaba tomé una respiración, e ignorando todos los protocolos de mi mente, puse mi mano en su mentón y levanté su cara para tenerlo frente a mí. Rehuyó -con gesto sombrío- de mi toque, como animal maltratado con miedo a ser tocado, por lo que intenté nuevamente, calmándolo con mi voz. —No te haré daño. Tranquilo, conmigo puedes estar seguro. —Esta vez sí logré que mis yemas hicieran su trabajo, sin embargo, algo me dejó conmocionada, su fría piel comenzó a calentarse en donde yo había tocado, pero no era un ardor normal, sino que casi me quemaba, tanto así que casi retrocedí.

¿Tendría fiebre?

Sus ojos se encontraron con los míos y por primera vez en mi vida, me sentí vulnerable y nerviosa a la vez, pues jamás había estado en una posición igual con un hombre anteriormente.

La pálida piel en su rostro no poseía imperfecciones, más que la suciedad.

—Déjame aliviar tu dolor. —Le pedí con suave voz, como si se tratase de un niño.

Sus pupilas no se despegaban de las mías, como si estuviese hipnotizado, al igual que yo. No era realista esto que me estaba ocurriendo, sentía un nivel de conexión increíble con este joven, algo nunca antes experimentado ni siquiera con Gerd, con quién compartía todo, pero con unas sensaciones completamente diferentes.

Lo solté y comencé a untar -con cuidado- mis manos con aquella crema color verdosa muy claro, para continuar y aplicarla en su mejilla. Al primer toque no sentí nada más que la grumosa sustancia entre mis dedos, pero luego nuevamente ese abrazante calor hizo que observara mis dedos, volví a aplicar esta vez un poco más abajo y fue lo mismo, como si cada parte donde lo tocase se encendiera de una manera extraordinaria.

La expresión de él en todo momento fue tener ojos cerrados y gesto neutro, solo frunciendo a veces el ceño como si le doliese sentirme, pero cuando fue mi pulgar el que aplicaba y ya no más mis dedos, fue que abrió los ojos para observarme mientras yo estaba atenta en mi acción.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora