CAPÍTULO 33

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—No puedo creer lo que veo

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—No puedo creer lo que veo. —Asqueado, reclama Eligos al llegar a ese lugar. No hay un camino fijo, no hay casas como tal. Sólo hierbas altas y casas igual o peor que la de Charlotte. —¿Viviremos aquí?

—Eso creo.

Los caballos comienzan entonces una caminata lenta entre la hierba pegajosa y húmeda por el rocío de la noche. El sol aún no sale, pero la luna nos regala sus últimos rayos para iluminar el camino. Las casas no tienen orden de distribución, aunque si existe un patrón de distancia entre ellas, una considerable.

Se me hace muy tenebroso todo y cuando escucho a unos perros gruñir es cuando lo siento aún más.

Al tensar mis músculos con miedo, las caricias de As se intensifican en mi cintura, pegándome aún más a su cuerpo, lo que me reconforta increíblemente.

—Quédate aquí. —As baja del caballo cuando los demás hacen lo mismo, al parecer sentían una presencia cerca y quería saber de qué se trataba.

Un poblador se suponía nos daría alojamiento lo que quedaba de noche, por lo que debíamos buscarlo, o eso fue lo que pactó Eligos con él cuando fue a las afueras a conversarlo.

Caminan todos en diferentes direcciones, aunque no alcanzan a dar diez pasos cuando desde mi costado soy tironeada y caigo del caballo. Arrastro un poco mis piernas, pero un cuerpo me ataja y posa una mano -firmemente- rodeando mi pecho quedando inmovilizada con los brazos aplastados. Un filo se acomoda en mi garganta, suave, pero con convicción, lo que me da seguridad de que aquel hombre no intenta matarme, sin embargo, si no tiene otra opción lo hará.

—No grites. —Dice esa voz varonil algo rasposa y gangosa, como si hubiese contraído gripe.

Entro en pánico, mas me mantengo callada, no para llamar la atención de mis acompañantes, sino para no hacer más escándalo del debido. Si quiere dinero se lo daré.

Rápidamente As se acera al igual que los demás, pero al ver que el sujeto ejerce más presión en mi cuello se detienen de inmediato.

—Amigo, te has metido con la gente equivocada. —Se ríe Eligos. —Eres solo uno, y nosotros tenemos más ventaja.

—No me importa. Díganme quienes son y qué hacen aquí.

—Eso no te incumbe. —Dice Nac esta vez. —Sólo suéltala y no te haremos daño. En nuestro grupo hay miembros de la realeza de un lugar lejano, como recomendación no hagas nada de lo que te puedas arrepentir. Tenemos riquezas, podemos ayudarte y hacer que tu vida sea mucho mejor, vivirás cómodamente tú y los tuyos, pero déjala en paz.

Una risa vibra en su pecho, la siento en mi espalda. —¿Realeza? No puede importarme menos, a mí no me ha ayudado en nada el Emperador ni nadie remotamente similar, ni a mi familia. Sólo me trajo desgracias. Yo también soy de la realeza, así que se defenderme mucho mejor que una persona normal, no quiero atacar, sólo quiero que me digan qué cosas pueden estar haciendo gente como ustedes en un sitio cayéndose a pedazos.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora