CAPÍTULO 48

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Y llegó el día

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Y llegó el día. El maldito día.

Esperé por los siguientes 5 días que Eligos apareciera con la ayuda que prometió, pero nunca llegó.

Estoy vestida de blanco, con un vestido que elegí rápido y sin mirar mucho, pero era bonito, simple y sin tanto detalle.

Las damas me ponen una diadema en la cabeza para ayudar a sujetar el velo, que tapa mi rostro en su totalidad.

Todos me hacen una pequeña reverencia cuando voy bajando las escaleras hasta el carruaje que me espera para llevarnos a la catedral, en donde me casarán.

Mi vestido es tan blanco como la nieve que piso, nieve que observo en todo el recorrido hasta mi sentencia. Me contengo de llorar, diciendo que esto lo hago por dos grandes razones, que ellas han sufrido tanto que es hora de que yo me sacrifique por su felicidad. Por su libertad.

Al llegar a la catedral me doy cuenta de la cantidad de gente que se ha quedado mirando el carruaje real, sabiendo que allí venía el emperador o alguien de su familia. Entonces cuando me ven a mí bajar vestida de novia todos jadean, no porque se ve mi rostro, sino porque se haría una ceremonia matrimonial y nadie fue invitado.

Entro por propia voluntad, pisando esas baldosas blancas y negras, atravesando la luz colorida que transmitía el sol al cruzar los vitrales.

Comienza una música, la marcha nupcial, y sólo entonces me doy cuenta de lo que estoy por hacer. Me quedo quieta en mi lugar, sin dar un paso hacia delante ni atrás, entonces observo hacia el frente.

Mi prometido me miraba con expectación, sabiendo que en tan sólo unos minutos se lograría lo que siempre quiso.

Cuando estuve a punto de dar media vuelta es que me topo con la mirada de mi tía, a la que no había visto desde la primera vez que llegué aquí otra vez.

Ella niega con la cabeza, suplica en silencio que no lo haga, sin embargo, eso fue lo que me hizo dar un paso hacia Einar, uno y otro y otro, hasta quedar a su lado.

Me extrañé cuando vi que aquel que me casaría no era el obispo sino otro sacerdote que jamás había visto.

—Te ves hermosa. —Me dice Einar intentando ser tierno.

—Lo romántico no te queda.

Tratando de mantener la calma es que cierro los ojos para escuchar el sermón del cura, pero imaginando a As en mi mente. Trato de sentir sus manos cubriéndome, sus besos, sus brazos, su cuerpo amándome.

Entonces cuando el sacerdote dijo la primera palabra es que la puerta se abre con furia y escucho la voz de un Gerd furioso que viene caminando con imponencia, con su espada en la mano.

—¿Cómo osas poner un pie aquí? —Le dice su padre enojado.

—Usted... —Responde mi amigo apuntándolo con un dedo. —... usted no se atreva a dirigirme la palabra, señor.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora