CAPÍTULO 11

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Me quedé impactada con sus palabras, tanto así que no supe que responder

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Me quedé impactada con sus palabras, tanto así que no supe que responder.

—¿No gusto a la gente? —Dice ahora mientras su semblante cambia. Lo veo más cabizbajo, triste, vulnerable, como si quisiera escuchar algo para llenar su corazón. —Ellos siempre me dicen que soy un adefesio, un impío demonio que no debería existir. Un monstruo. —Entonces me observa como si quisiera ayuda, como si... quisiera que yo le dijera que los apodos con que lo llaman eran equivocados. —Dime.

Abro mi boca temblorosa, y luego la vuelvo a cerrar, sintiéndome confundida con sus declaraciones. ¿Por qué razón lo tratan así? ¿Qué ha hecho para ser condenado de tal manera?

—No funciona así. Para convertirse en una pareja deben conocerse muy bien, saber sus gustos y pasar tiempo juntos. Debes sentir confianza en el otro. —Le contesto. —Y, para mí no eres un ser despreciable, sólo eres un ser humano que no sé porque razón tiene el odio de los religiosos. No sé cómo juzgarte sin saber la razón de tu estadía aquí. Necesito saber la verdad por completo o no podré ayudarte, aunque ni siquiera sé si podré con eso. ¿Puedes decirme por qué te tratan así? ¿Desde cuándo que estás aquí?

Me observa con esos extraños ojos impregnados de confusión. De frialdad. —Desde mi nacimiento.

Parpadeo, incrédula a sus palabras. Comienzo por sentirme incomoda y por alguna razón me dan ganas de salir de aquí, tengo la sensación de que esto es algo más grande de mi comprensión y que no sabré cómo manejar en lo que me estoy metiendo. Pero a pesar de todos esos argumentos, la curiosidad es más fuerte.

Me acerco a él y levanta su rostro hacia mí, ambos saciando nuestra curiosidad por el otro. —¿Por qué le harían eso a un bebe? —Observo sus rasgos y me impresiona lo pálida que es su piel, como si... como si jamás hubiese tocado la luz del sol, sólo una persona albina tendría tal color y por su tono de cabello me es obvio que no lo es. Entonces mi cabeza llega a una conclusión. —¿Jamás has salido de aquí? —No espero que me conteste y comienzo a hablar sola mientras doy vueltas por la habitación, tratando de llegar a alguna resolución coherente, sin embargo, nada aparece. —Es por esa razón que tienes ese color de piel, también que no sepas cosas básicas de la vida, y que no sepas sobre reglas sociales. —Me giro en su dirección y le exijo. —¿Por qué? ¿Qué es tan terrible lo que has hecho o tus padres para castigarte de esta manera? ¿Dónde están tus padres?

—Muertos, y es mi culpa de que sea así. —Contesta con frialdad. Quizás me he excedido. —La razón, ya la he repetido mucho, pues es lo único que siempre me dicen. No sé otra, sólo dicen que merezco estar en este lugar y que debieron matarme apenas fue mi nacimiento, porque soy un sacrilegio. Comentan que mi madre era una pecadora, lo que sea que eso signifique, y que mereció la muerte que se le dio, escuché que decían que la madre del monstruo era una de ellas, una religiosa.

Levanté una ceja y suspiré, también maldije en mi mente, comprendiéndolo mejor absolutamente todo, por lo que la indignación llenó mi ser. —Te han dejado aquí sólo por ser hijo de una monja. Efectivamente, no tuviste que nacer porque ellas hacen un voto de virginidad, y traicionó su fe. —Repetí en voz alta, para explicarle y también tratar de yo, asimilarlo. —Pero esa no es razón. No es razón para tenerte aquí. —Sentí pena y rabia por aquella criatura que ha sufrido incluso desde antes de nacer. Estaba indignada. —No, no pueden ser así de malvados, de despiadados, menos con un bebé. —Doy la vuelta, dándole la espalda al pobre joven frente a mí. Paso las manos por mi cara para quitarme esa culpa que está comenzando a crecer en mi pecho. —¿De verdad me he convertido en algo tan nefasto?

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora