CAPÍTULO 25

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Vemos el pueblo al límite del imperio luego de varias horas sobre el caballo y siento mi corazón lleno de gozo

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Vemos el pueblo al límite del imperio luego de varias horas sobre el caballo y siento mi corazón lleno de gozo. Hemos llegado.

Las hojas verdes nos reciben gustosas mientras se mecen con el viento, las aves a su alrededor cantan, lo animales salen de sus madrigueras a por su alimento y nosotros comenzamos la nueva vida. Con el nacimiento de ese sol, nace nuestra vida, comienzan a forjarse nuevos sueños y sin saberlo también se originaba un sentimiento, uno fuerte, puro y abrazador.

—¡Mira As! ¡Un cerdo! —Exclamo con alegría mientras pasamos al lado de una familia de porcinos, una mamá con sus múltiples bebés que están acompañándola.

El pobre de seguro no sabe de qué le hablo, pero estoy tan emocionada de ver tantas cosas que no puedo disimularlo.

Llegamos finalmente a la entrada del pueblo, en donde ya se siente olor a pan horneado y gritos de niños. Vemos varias caras que nos sonríen y nos dan la bienvenida de manera calurosa. Seguimos un poco más sobre el animal que va caminando hasta que llegamos a una especie de plaza central, en donde hay una fuente de agua rota y varios puestos de mercado por los costados, allí pescado es expuesto, tiras de carne, verduras entre otras cosas para abastecerse.

Noto que mi tía busca algo con la mirada, entonces un hombre de contextura delgada se acerca nosotros y levanta los brazos hacia mi tía, quién los envuelve en su cuello y baja del caballo abrazando al hombre.

Quedo sorprendida y un poco fuera de mí.

—¡Cariño! Él es Rupert, un gran amigo, lo conozco desde que somos niños.

Dejé de sentir el peso tras mi espalda para -de pronto- sentir las cálidas manos de As en mi cintura, quien me anima a bajar.

—Es un placer conocerlo señor Rupert. —Digo tendiendo mi mano hacia él. —Yo soy Lena McLeeon, sobrina preferida de aquella mujer tan hermosa.

—Me alegra ver que tienen el mismo humor. —Saluda tomando mi mano para darle un beso en el dorso, al mismo tiempo que hace una pequeña reverencia. Todo un galán.

Una extraña sensación recorre mi cuerpo por lo que desprendo mi mano de aquel hombre de inmediato, instintivamente me doy la vuelta para ver a As, que está mirando al hombre con malos ojos, como si quisiera estrangularlo. Sus venas marcadas en el cuello y las manos apretadas a cada lado de su estrecha y fuerte cadera me indican que está tenso, por no decir enojado.

—Él es As. —Lo presento -no diciendo su nombre completo por lo que significa para él- al hombre de edad adulta, que posee ojos oscuros y cabello negro, con toques blanquecinos sobre las orejas.

Luego de las presentaciones nos guía hacia una casa de dos plantas en donde vive junto a su hija y ocasionalmente su sobrino. Marie de quince años, que al presentarnos en el umbral de su hogar, no tuvo vergüenza de comerse con los ojos a As, quien la observaba con curiosidad y trataba de quitársela de encima, a ella y sus múltiples preguntas.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora