CAPÍTULO 44

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El viaje fue sumamente incómodo además de silencioso por mi parte, no podía dejar de arrepentirme de haber dejado a aquel caballo rápido en casa, ya que el que me cargaba se cansaba bastante antes

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El viaje fue sumamente incómodo además de silencioso por mi parte, no podía dejar de arrepentirme de haber dejado a aquel caballo rápido en casa, ya que el que me cargaba se cansaba bastante antes.

Está anocheciendo, o quizás yo me acerco a la oscuridad.

El galope de Einar, quien va unos metros delante, me lanza todo el polvo y piedras pequeñas, así que trato de ir zigzagueando.

Los nervios se alimentan de mí, me están comiendo viva, entre otras emociones.

El recuerdo de As está clavado en mi memoria, mis labios recuerdan sus besos y mis manos su piel y músculos. Lo necesito.

Pasamos por el abundante mercado y centro de la ciudad antes de dirigirnos a los campos más acaudalados en donde se encuentra la que era mi casa, la residencia de otros nobles y la gran mansión del emperador.

—¿Es ella? —Escucho que preguntan las pocas personas que quedan merodeando al verme pasar.

La tela que tapaba mi cabeza con el viento se ha salido de su lugar, por lo que el color tan reconocible de mi cabello queda a vista de todos.

—¿Tiene la decencia luego de abandonar al príncipe?

Hago caso omiso a sus palabras, no porque me sienta herida sino porque simplemente no me interesa escuchar esa clase de falacias sobre mí.

Pasamos por la gran avenida, es entonces cuando veo la casa de mi padre. La casa que no me trae nada más que gran vacío.

Disminuyo la velocidad para ir a esa residencia, pero me encuentro con que no hay luces casi y que Einar no se detiene. Él al sentir que dejo de galopar gira su cabeza en mi busca.

—No encontrarás a tu familia aquí. —Me comenta. —Han trasladado a tu madre a mi hogar, al igual que a tu tía.

—¿Mi padre está detrás de todo esto? —Pregunto queriendo escuchar algo de esperanza de que aquel que tanto cariño me dio, que aquel que me engendró, no era un ser nefasto.

La mueca que me mostró sólo me dijo una cosa. Lástima. —Lo siento, pero fuiste demasiado testaruda. Conmigo hubieses sido feliz, no habrías temido nunca por nada. Si tan solo hubieses aceptado de buena gana.

—¿Aceptado qué? ¿Ser un adorno? ¿Aceptar que el hombre que me engendró sólo quería utilizarme para subir de puesto? ¿Dejarme pisotear por las ideas de tu padre? Esa no soy yo Einar, sabes que no hubiese sido feliz contigo y lo siento por eso, porque te han obligado y lavado el cerebro todos estos años.

Sus ojos eran un gran vacío. ¿Qué hizo tu padre contigo Einar?

—Vamos. —Dijo nuevamente y golpeó en las costillas al caballo para que corriese.

Lo seguí de cerca hasta que llegamos a aquel lugar.

Jamás en mi vida había visto tantos soldados. Todo estaba repleto, guardias en cada rincón vigilando absolutamente hasta el más mínimo movimiento.

ASMODEUS: Las Cadenas del Pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora