"Lo que importa es el camino que recorrimos juntos, los recuerdos que creamos en esa oficina con nuestros seres queridos. No importa cómo termine esto, sino lo felices que fuimos juntos. Siempre estarán en mi memoria, todos y cada uno de los momento...
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White Day o Día Blanco, es ese día en que los chicos demuestran su gratitud hacia esa persona especial que les regalo chocolates en el día de San Valentín por medio de un regalo, un obsequio de color blanco.
¿Qué tendrá preparado en este día tan especial nuestro querido Hokage para nuestra linda asistente?
¡Descúbranlo!
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—¡Nada! ¡No tengo nada!
Así es, Kakashi no tenía nada para ese día.
Y ahí estaba el Hokage, devastado en su escritorio sin saber qué regalarle a su linda asistente y para rematar ¡el tiempo se agotaba!
—Qué haré... —murmuraba por lo bajo Kakashi, había estado toda la semana pensando qué podía regalarle a Shizune. Y es que, Kakashi era malísimo en eso, así que le dificultaba mucho encontrar algo que a ella le gustara. Aun así, quería regalarle algo que la pusiera feliz, algo que la emocionara de la misma manera que él se emocionó al recibir sus chocolates.
—Qué puede ser...
Se seguía preguntando.
Y, aunque Shizune no lo demostraba, Kakashi sabía que ella quería un obsequio de él.
"—Shizune, ¿qué quieres de regalo?
—¿Eh?
—Para el Día Blanco
—Ah, no. No hace falta que me regale nada, Kakashi sama —ella sonrió dulcemente y hasta feliz de que Kakashi considerara ese día. Pero..."
—Tus ojos me decían lo contrario...
Kakashi conocía muy bien a su linda asistente, ella no diría algo tan egoísta y descarado como él, ella no era así. Precisamente por eso él quería regalarle un obsequio para ese día, sentía que Shizune se lo merecía, merecía eso y más. Ella siempre estaba con él, en las buenas y en las malas, lo apoyaba y cuidaba en todo momento —Shizune... —la quería y apreciaba mucho.
—¡Pero no sé qué regalarle!
Entró en pánico. Y es que el Hokage divagaba mucho pero no hacía nada, por eso se había pasado una semana en un abrir y cerrar de ojo sin que él llegara a una solución.
Y no muy lejos del escritorio del Hokage, estaba su fiel ayudante escuchando incómodamente los monólogos y reacciones del Rokudaime.
—Que molesto... —fue lo que murmuró por lo bajo al verlo.
