16.

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Lo escuchó gritar de forma rasposa, sintió toda la presión en su sexo y soltó un gemido grave a la par que sus uñas se clavaban en la piel de esa cadera. Lo vio temblar y sus brazos ceder, escuchó el golpe contra el suelo y la forma errática en la que Canadá respiraba.

Lo había hecho.

Hizo que su maplecito se corriera solo con pentrarlo.

No fueron las feromonas porque Canadá era un beta y no emitía alguna, fue su propio deseo al verlo de esa forma tan desesperada y sumisa. Se excitó por la sola idea de que Canadá le suplicaba por sexo... Y cedió. No pudo ni quiso detenerse cuando su maplecito volvió a exigirle otro orgasmo.

Se movió despacio, intentando no dañarlo, pero poco le duró la buena intención y empezó a embestir sin medida, al ritmo de los gemidos ahogados que Canadá emitía mientras pronunciaba su nombre en sílabas entrecortadas.

Lo gozó.

Sujetó fuertemente esa cadera, deslizó su mano libre por ese vientre mojado por el sudor y repasó con su lengua esa arqueada espalda. Dejó a sus dedos llegar hasta esa quijada y garganta. Lo sostuvo con firmeza y lo obligó a levantar el rostro.... Y después el torso... Hasta que Canadá quedó sentado sobre su regazo.


—Oh merde... Mexique... ah...


Dio un embate fuerte y lo escuchó casi ahogarse en un gemido, lo sostuvo del vientre y lo obligó a arquearse casi dolorosamente. Porque Canadá era más alto, sí, pero no era impedimento para que México, el alfa, lo dominara y llegara a la zona que quería morder.

Sentía el cosquilleo en sus dientes, detectaba un ligero olor a miel de maple, y se desahogó al morder esa piel en la nuca. Lo escuchó gemir casi gritando y él se dio el lujo de perder el juicio y dejarse venir libremente.


—Oh no.


Fue tanta su satisfacción que lo inevitable pasó... Anudó... Y escuchó la queja audible de Canadá.

No pudo hacer más que esperar.

Tenía que calmarse y dejar que el nudo bajara para verificar el daño, hasta eso, solo acarició y besó a su maplecito, sin dejarlo moverse, limpiándole las lágrimas y diciéndole que lo amaba.


...


Maldición.


...


—¿Bueno?

Qué onda, OMS —México rio nervioso.

—¿Qué sucede ahora?

—¿Recuerdas lo que me dijiste de las feromonas y eso del celo en un beta?

—No me hiciste caso..., ¿verdad? —se golpeó la frente. Sentía llegar la migraña.

—Necesito ayuda.

—Iré de inmediato.


OMS no sabía por qué México, y en general, los latinos, aprendían las cosas a la mala. Solo esperaba que Canadá no estuviera tan lastimado como imaginaba.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora