Dulzura [México x Canadá]

37.

—Creí que jamás vendríais.

—Lamento haber tardado —Canadá sonrió apenada—, pero no hallaba el momento adecuado para presentarme formalmente con usted.

España solo negó antes de abrir la puerta por completo y dar una rápida mirada hacia Canadá y su alrededor.

—¿Y Nueva España?

—"Ese" era el momento adecuado —soltó una risita nerviosa—. Usted sabe cómo es... Además, no ha ido bien con mis padres y no quería que yo pasara lo mismo con usted, señor España.

—¿Viniste sola a presentarte como la pareja de mi hijo?

—Sí.

—Bueno... Ya estás aprobada.

—¿Eh?

—No hay lío, chavala, que me caías bien desde antes.

España la dejó pasar, le sirvió algo de jugo y ofreció galletas. Porque no estaba ni alterado por la visita, aunque no la esperaba de esa forma.

Y es que, él había visto a Canadá desde hace años, la consideraba una alfa tranquila y dedicada, quien, a pesar de vivir bajo la sombra de USA y Francia, jamás dejó de ser esa niña dulce y atenta con los que la rodeaban.

—Cuando me di cuenta que mi chaval suspiraba por ti, lo agradecí.

—¿En verdad?

—Eres buena influencia. Valió la pena distraer a USA ese día y que mi hijo se te acercara.

—Ahora me siento en deuda con usted.

—Para nada —sonrió—. Lo dejo en tus manos.

—Gracias —sonrió antes de beber de su vaso.

—Sólo no le partas el culo tan seguido.

Canadá no sólo se atoró y derramó el jugo, tosió tanto que hasta lagrimeó, mientras España moría de risa y un italiano escondido en la cocina también intentaba callar sus carcajadas por la situación.

—Era broma, joder.

—Ya sé de dónde México sacó su encanto —comentó la alfa mientras se limpiaba.

—De mis huevos, seguro.