49.

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Canadá revisó por décima vez su medicamento, una manía que adquirió desde la primera terapia, porque mal o bien, hasta su terapista le indicó que eso debía ser prioridad hasta que no hallara un poco de paz mental. Sinceramente suplicaba por un poco de eso.

—Sweetie —USA sonrió antes de abrazar a su hermana—. Vamos a comer un pastel, yo invito.

—Creí que estabas a dieta.

—Ya la abandoné —suspiró antes de quitarse los lentes de sol—. Vamos, darling, que sea de chocolate.

—¿Estás triste?

—No —recordó al mexicano—. Solo estoy un poco frustrado.

—¿Por qué?

—Porque tengo una alfa a mi lado, una alfa que no puede perdonar sus propios instintos.

—Ame, no quiero hablar de eso.

—Sweetie, yo sé lo que sientes, pero tampoco puedes culparte por el resto de tu vida.

—Quisiera que fuera así de fácil para mí... Pero no es posible.

Olvidarse de todo y seguir, no era cosa de ella, tenía demasiadas cosas pesando en sus hombros, y algunas ni siquiera eran suyas.

Por eso disfrutaba de cualquier distracción.

Lo hacía demasiado.

—Canadá.

Jamás pensó que enfrentaría eso tan de repente, ni siquiera estuvo preparada mentalmente, o tal vez jamás lo estaría, pero que México la hubiese hallado en medio de su escapada nocturna hacia un bar, fue demasiado vergonzoso.

—No sabía que bebías.

—Solo cuando estoy... de ánimos.

—¿Buenos o malos?

—Ambos —intentó sonreír—. Lamento interrumpir, creo que me voy.

—Wey, deja de rechazarme así —suspiró—. Si quieres te invito una ronda, pero ya deja de huir.

Canadá apretó los labios, se dejó envolver por esas palabras y aceptó. Porque tenía que enfrentarlo o solo seguiría con toda esa carga.

—¿Por qué estás aquí?

—Iba a beber para agarrar valor.

—¿Para qué?

—Para escribirle a alguien —México suspiró, sonriendo al pensar en que aún no le enviaba nada al celular de Canadá—. ¿Y tú, güerita? Pa' qué querías un trago.

—Para olvidar —jugó con sus dedos—. Olvidar lo que te hice.

—¿Es difícil?

—Mucho —confesó.

—¿No te basta con que yo te perdone?

—Eso ayuda —sonrió.

—¿Y si te digo que me prendo solo con el recuerdo de tus ojos salvajes?

—¿Prender? —arqueó una ceja—. Quieres decir, ¿cómo un encendedor?

México terminó por reír, y poco después Canadá lo siguió. Entonces un par de copas fueron servidas, la plática continuó. Y sin pensarlo, después de un rato... fue Canadá quien se confesó.

—Me gusta mucho tu aroma... Me daba miedo reaccionar mal ante eso... Y es irónico que al final haya pasado así.

—¿Por qué te gusta mi aroma?

—Porque me gustas tú.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora