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—Feliz día, papá.

Francia sonrió enternecido antes de secarse las lágrimas y recibir su obsequio.

—Es hermoso, cariño —deslizó sus dedos por la seda de su nueva camisa—. Gracias, mi niña.

—Te amo, papá —Canadá lo abrazó.

—Es tan perfecto... Pero... ¿por qué trajiste también al omega ese? —miró feo a México.

—Papá —suspiró Canadá.

—Suegris, pronto usted también será mi jefecito.

Y una nueva pelea empezaba.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora