18.

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—¿Te duele algo? —ni una mirada—. ¿Quieres algo? —silencio—. ¿Quieres dejarme?


Entonces se le llenaron los ojos de lágrimas y ahogó un sollozo, porque se merecía que Canadá lo odiara.

Pero tomaron su mano.

Ya estaba moqueando cuando sintió los temblorosos dedos de Canadá sostener los suyos. Hizo un puchero entre aliviado y confundido, y se aferró a esa mano en silencio.


—¿Me perdonas? —repitió más bajito.


Silencio, pero al menos Canadá se giró para asentir y luego cubrir su rostro avergonzado con la sábana. Es que no era enojo... Era pura pena, porque ni bien despertó, Canadá sintió dolor y recordó lo que pasó.


—Dime que chingue a mi madre, pero no me ignores, mi vida —suplicó como un niño.

—Lo siento —apenas susurró.

—¿Qué? —recostó su cabeza cerca de la de Canadá—. Eso dicen antes de terminar un noviazgo... —besó esa manito—. ¡No me dejes, maplecito!

—Mexique —susurró aún escondido—, me... —suspiró—. No volverá a pasar.

—Claro que no. Ya me voy a portar bien y tomaré mi medicina —miró esperanzado, esperando que Canadá bajara la sábana.


Silencio incómodo, suaves quejas, sus manos unidas, no iban a llegar a nada si Canadá no decía algo.


—Qué vergüenza —sujetó fuertemente la sábana sobre su cabeza—. Qué horrible... Actué tan...

—Sexy... No lo voy a negar —sonrió México antes de volver a ponerse histérico—. No debí dejarme llevar. ¡Perdóname, maple! —rogó desesperado.

—Mexique —al fin quitó la sábana y mostró su rostro rojizo—. No sé cómo pude hacer eso —apretó los labios—. Yo no soy así —cubrió su rostro con su mano libre.


México rio un poquito antes de abrazarse a Canadá y con cuidado recostarse a su lado. Aunque Canadá protestara y dijera que le daba mucha pena, que no podía mirarlo a la cara todavía. El tricolor sólo sabía que amaba a su novio y que seguiría haciéndolo siempre.


—Me sorprendiste.

—Ya no hablemos de eso —pidió mientras peinaba los cabellos de México con sus dedos.

—Es que... estabas tan caliente y uffff —se escondió en el pecho de su maplecito.

—No volverá a pasar.

—Sinceramente... quiero que pase de nuevo, más veces, siempre —sintió un golpe en su cabeza—. No mames... Qué rico estabas.

—No podría.

—Pero lo haremos bien... Con cuidado —besó el cuello de Canadá—. Pero ahora solo descansa. Yo te mimo y te cuido como mi tesoro, hasta que tu anastasio se cure.

—¡Mexique! —lo golpeó en la espalda.

—Soy un alfa bueno, no pienso cosas sucias.

—Mex —susurró bajito—. Quiero hielo.

—¿Y eso?

—Volvió el dolor —cerró sus ojos, mucho movimiento no era bueno.

—No te muevas, maple... Ahora voy por eso.


Experiencia vergonzosa sí, error un poco tonto, pero terminó bien después de todo.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora