Trataba de concentrarse, en verdad lo hacía, pero con cada movimiento podía claramente sentir el roce de su camiseta en... en sus pezones.
¡Era vergonzoso!
¡Y era culpa de México!
Le dolía un poco, si pasaba sus dedos sobre esa zona o siquiera cerca de su pecho, su piel se erizaba. Sentía cosquillas constantes, un escalofrío si el roce era rudo, y estaba a punto de mandar al diablo todo e irse a casa.
—Bro, ¿qué te pasa?
—Na-nada —intentó sonreír.
La mirada de Australia sobre él fue seria e intimidante, Canadá se sintió incómodo e intentó desviar la atención, pero su hermano no se tragó la excusa de su insomnio e intentó tomarle la temperatura. Seguramente estaba rojo por la vergüenza.
—Solo debo descansar un rato.
—Bien —sonrió el australiano—, vamos, yo te llevo a nuestra casa.
—Sí, por favor.
Pero no iba a ser fácil, obviamente, porque México era posesivo, además, seguramente sospechaba la razón por la que Canadá se veía así de incómodo. Y como no hacerlo, si esa mañana fue el tricolor quien jugó sin prisa con los pezoncitos del maplecito.
—Yo te cuido al güerito, es mi deber como su... novio.
—Ibas a decir "macho" —USA frunció el ceño—, ¿no es así?
—No, no, no te llevarás a mi hermano —Australia sujetó el brazo de Canadá y lo jaló.
Y pasó, el ajetreo hizo que el roce fuera evidente y Canadá no soportó el quejido... que más asemejó a un gemido.
Todos lo escucharon. Lo escucharon soltar un gemido.
Quería morirse ahí mismo, pero en vez de eso se hizo bolita en una esquina y se sujetó el pecho para evitar que la tela siguiera rozándole la piel de sus pezones.
Y detrás de él había una discusión, porque al parecer USA lo entendió todo.
—¡Por qué carajos no dejas a mi hermanito en paz, frijolero!
—Uy, es porque te mueres de envidia, yanqui pendejo.
—No voy a dejarlo contigo.
—No mames, si lo cuido hasta mejor que tú.
—Canadá se viene conmigo hasta que sane cada moretón o marca que le hayas dejado —USA estaba muy histérico—, porque no eres más que un animal y ya.
—Soy un alfa, es diferente.
—Si no proteges la integridad entera de Canadá, ni alfa deberías considerarte.
—Uy, eso debió doler —Australia se rio de ese par mientras pasaba a su lado... llevando a un dormido Canadá en su espalda.
—¡Oye! ¡A donde te llevas a mi maplecito!
—¿Se desmayó? —USA empujó a México a un lado.
—No —el australiano solo siguió caminando—, solo lo sedé con un tranquilizante.
Ah sí, a veces México olvidaba lo extremistas que eran esos hermanos cuando se trataba de Canadá. Pero se las iba a cobrar.