México acababa de descubrir que su alfa era... exhibicionista...Y le gustaba.
Era como un sueño después de una noche espléndida.
—¿Qué sucede?
Canadá miraba confundida al tricolor que se acomodó en la mesa cercana a la cocina.
—Nada, mi vida, tú sigue.
—Está bien.
Dejó de tomarle atención, solo sonrió antes de seguir con sus labores para el desayuno, todo mientras movía su cadera a ritmo de una canción, todo como lo hacía normalmente.
Y México lo adoraba.
Porque Canadá no llevaba más que su ropa interior y el delantal. Esos cabellos de dos colores estaban atados en una coleta alta, se deslizaban por esa espalda esbelta y terminaban sobre esas caderas marcadas, siguiendo una curva definida y estilizada.
—Eso me prende —susurró.
Se deslizó despacio hasta abrazarse a esa espalda, escuchándola reírse bajito y sintiendo los movimientos de ese cuerpo. Era demasiado para su corazón. Se mordió el labio inferior, lo pensó un poco, se arriesgó, y elevó sus manos para deslizarlas hacia los senos de su mujercita.
—No... No hagas eso —se quejó elevando sus manos y alejándose del sartén—. Mexique... voy a tener un...
—¿Un qué, mi vida? —sonrió mientras masajeaba aquellos dos bonitos pechos con sus pulgares.
—Un accidente —enrojeció al sentir el apretón de esas manos.
—Ay, mi cielo —siguió masajeando con delicadeza—, eres tan chula.
—Mexique... No emitas feromonas —detuvo esas manos—, estoy sensible y puedo...
—No llevas nada encima... ¿Cómo quieres que no me excite?
—Tengo calor, es todo.
—Maldición —alejó sus manos—, quiero que me muerdas bien duro mientras lo hacemos de nuevo —jadeó—. Mientras usas el delantal.
—Mexique —rio avergonzada—, creí que estarías cansado —se giró hacia él para darle un beso.
—¡Cómo podría si tengo a tremenda hembra frente mío!
—¿Gracias?
—Sí quieres átame que no me enojo, güerita.
—¿Pero no tienes hambre?
—Hambre de un mañanero es la que me cargo.
Canadá rio entre dientes mientras se sonrojaba por la vergüenza, porque era así de hermosa y un poco tímida. Pero también era vivaz y enérgica como para continuar lo que dejaron la noche anterior debido al pudor de la madrugada.