14.

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Lo veía con atención, cada instante si era posible. Solo se acomodaba en la mesa que colocaron en la cocina y esperaba.

Lo podía ver haciendo gestos mientras escogía el menú, cómo se mordía el labio inferior al revisar el libro de cocina, la sonrisa divina que mostraba cuando se decidía y se ponía el delantal.

Suspiraba.

Se fijaba en el movimiento de esas manos al tomar las cosas de la alacena, del lugar más alto porque el amor de su vida era un pinche poste hermoso, y se le erizaba la piel cuando lo veía agacharse para sacar las verduras del refrigerador, porque todo era hermoso en Canadá, y ese trasero era la gloria.

—Siento tu mirada sobre mí —susurraba Canadá mientras cortaba una zanahoria—, deja de mirarme, cariño.

—Es que eres tan bonito —México volvió a suspirar enamorado.

—¿Estás emitiendo feromonas? —preguntó interesado, siempre lo hacía.

—Sí... Pero son sutiles, para calmarte.

—Ya veo —seguía en su tarea con una sonrisa pacífica—. Mexique... ¿No te arrepientes de elegirme?

—Nunca —se levantaba despacio—. Y te lo voy a repetir hasta que todos se cansen —se abrazó a esa cintura y posó su mejilla en la espalda de Canadá.

—Yo también te elegiría siempre.

—Ya ves... somos el uno para el otro.

México reía a la par que Canadá, se miraban un ratito, y después se quedaban uno junto al otro ayudando con el almuerzo. Así era siempre. Eran sus momentos tranquilos en donde nada más que la compañía mutua importaba.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora