México creyó que ya pasó la peor parte con su suegro, pero no, eso apenas empezaba.Aunque debieron advertirle que el francés no conocía lo que era la privacidad.
—Ay, wey.
Susurró apenas, mientras agarraba una almohada para cubrirse la entrepierna... Y de paso a su florecita... La misma que le estaba dando el mejor oral de su semana.
—¡Tú! —la voz de Francia fue de ultratumba.
—Papá —Canadá apenas pudo limpiarse los labios antes de ponerse frente al mexicano y cubrirlo—. Qué... ¿Qué haces aquí?
—Él... —apretó los puños y su rostro se coloreó de rojo coraje.
—Papá, ya...
—Y me quedé a la mitad —se quejó México mientras intentaba respirar.
—¡Voy a matarlo!
—¡Papá no!
—¡Papá sí! —se carcajeó USA quien acababa de llegar para ver el espectáculo—. A ver si nos libramos del frijolero.
—¡Ustedes fuera! —Canadá enrojeció antes de empujar a esos dos—. ¡No ven que necesito privacidad! ¡Por dios! —y cerró la puerta—. Y más vale que se vayan de mi casa. ¡Ahora! —No pudo evitar sonar autoritaria, ni usar su voz de mando.
Silencio. Vergüenza. Un poco de pánico.
A Canadá no le sorprendería que México se diera por vencido y la abandonara.
—Florecita...
—Lo siento.
—Oye...
—Ellos tal vez jamás me dejen en paz.
—Canadá.
—Sí quieres irte... Lo entenderé.
—¡Maple! —respiró agitado—. Pa' hacerlo corto, ya me hice a la idea que tu familia está loca... —la voz le tembló—. Ahora quiero que vuelvas aquí y termines lo que empezaste. ¡Me urge!
—Pero...
—¡Mi vida! —mandó a volar la almohada y separó más las piernas para dar a entender su punto—. Me prende que uses esa voz... ¡Me urge que vengas aquí! ¡Ahora!
—Mexique...
—¡Quiero correrme en tu boca! ¡Y me vale que tu padre me escuche!
Canadá no se negó esa vez, porque a ella también le urgía un poco de acción después de todo ese lío.