Dulzura [México x Canadá]

33.

—¡Tocaste a mi hija!

—Me cayó la ley.

Tres segundos bastaron para que México saliera corriendo y detrás de él fuera un francés cuya arma era un baguette. Porque Francia podía ser un padre celoso en busca de venganza, pero le prometió a Canadá que no mataría a nadie... Por ahora.

—¡La Tocaste!

—¡Ella me tocó más!

—¡Mexique! —reclamó Canadá al perseguirlos para evitar la tragedia—. ¡Papá! ¡Ya basta!

—¡Voy a sacarte el corazón! —y tuvo un momento de iluminación—. ¡Después de que des a luz a mis nietos!

—¿Qué nietos? —México no entendía nada.

—¡Vuelve malnacido!

—Papá, ¡ya basta!

—¡Soy muy joven para ser abuelo! —tal vez eso era lo que le dolía más al francés.

—¡Soy la víctima! —se defendió el tricolor—. Aunque me gustó. ¡Pero creo que se está confundiendo, suegrito!

—Tocaste a mi pequeña. ¡Y me volverás abuelo!

Canadá se estaba enojando, tal vez por eso empezó a emanar feromonas sin medirse, porque la estaban ignorando, además, ¡le prometieron que se comportaría!

—Papá, si no te detienes ahora, no volveré a hablarte.

—¿Qué?

—Prometiste que ibas a comportarte —se quejó—. ¡Te estoy presentando a mi novio como prometí! Pero tú... —suspiró— solo...

—Nena, perdón, pero... ¡este niño es indigno de ti!

—Vámonos, Mexique —Canadá ignoró al francés—, volvamos a casa, lamento lo que pasó.

—Mi niña.

—Estoy muy decepcionada de ti, papá.

—Espera, no te enfades conmigo.

—¡Y México no está embarazado!

Sí, Canadá se enfadó ese día, y así permaneció por más de dos meses, eso hasta que USA intervino un poco a favor de Francia, y poco después el padre arrepentido llegó a casa a pedir tregua y a fingir que toleraba al novio de su hija.

Pero el teatrito no les iba a durar, sin embargo, todos decidieron callar porque Canadá se veía feliz.