Notas:
Esto va a ponerse feo. Por eso no lo subí al grupo. Andaba sad, perdón.
—Sigues conmigo porque no tienes de otra.
—No es así.
—Lo siento —Canadá suspiró—, pero déjame ser egoísta hasta... solo hasta que el bebé...
—Maple, no te voy a dejar.
La voz de México era firme y hasta un poco amenazante. Canadá sabía que era porque México estaba harto... Harto de esas rutinarias "pláticas" donde no faltaban las lágrimas.
Canadá lo ahogó hasta ese punto.
Él sabía que era su culpa.
Él sentía que era su culpa.
—México...
—No lo digas —respiró profundo para no elevar su voz.
—No hay mayor amargo que obligarte a vivir conmigo —su sonrisa triste rompería el corazón de cualquiera—, sabiendo que ya no me amas... —volvió a llorar—. Pero estoy asustado... Y no quiero que te vayas por ahora... Por favor.
—Maple, ¡ya basta! ¡No te voy a dejar! —apretó los dientes—. Ya te lo dije.
Era el estrés de esos días. Porque México llegó de pronto un día, después de muchas llamadas sin contestar, días agotadores de trabajo y problemas, para enterarse, después de un par de días entre evasivas..., que iba a tener descendencia.
¿Quién no reaccionaría mal ante eso?
—Pero tampoco quiero que me odies —Canadá sollozó—. Lo siento... Lamento obligar a quedarte.
Canadá estuvo tan feliz desde que se enteró, rebosante de energía e ilusión... Ilusión que moría con cada llamada que se desviaba al buzón de mensajes... Alegría que se deslomaba porque ya nada era como antes...
Quiso creer que el bebé arreglaría todo, que esos largos periodos sin saber de México se terminarían, y que todo volvería a ser igual de lindo que al inicio.
Pero se equivocó... y estaba cansado.
Exigió una explicación. Algo que lo obligara a decidir. Una confesión que solo certificaría lo que él ya sabía.
—Maple... ¡sí! —ya no podía con la culpa—. Sí, tuve una aventura —lo dijo mirándolo directamente a los ojos—. Pero... Pero eso no significa que te dejé de amar... Yo me voy a quedar contigo para cuidar del chamaco.
—México... leí la carta antes de que la tiraras...
Vio a su amado tricolor tensarse y desviar la mirada. Le dolió, pero ya qué más daba. Ambos estaban cansados de todo eso.
—Sé que planeabas abandonarme sin decir nada... Que creías que iba a poder solo...
—Yo no iba en serio... Solo fue una estupidez.
—Tal vez debiste hacerlo. Tal vez debiste dejarme —suspiró profundamente—. Por favor, hazlo ahora. Y ya no me des esperanzas.