21.

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—Hola, Cany. Qué raro verte por aquí.


Pero Canadá no dijo nada y pasó de largo, ni siquiera miró a Nueva Zelanda, solo caminó por el pasillo, subió las escaleras de dos en dos, y se encerró en su cuarto.

Raro.

Nueva Zelanda lo persiguió por curiosidad y notó dos cosas importantes. La primera, Canadá tenía una postura muy rígida, y la otra... Su hermanito estaba llorando.


—Pero qué... rayos.


Quiso abrir la puerta, pero escuchó el seguro y poco después un suave sollozo. Ahora entendía por qué Canadá llegó tan de repente siendo que dejó la casa desde que estaba de novio con... México.


—Ese estúpido —gruñó por lo bajo—, va a pagarlo caro esta vez.


Su hermanito vivía con México desde hace como un año, tal vez casi dos, no recordaba bien, así que era obvio que, si Canadá volvió a casa, era porque algo pasó entre esos dos.

Lo peor era que Canadá regresó llorando sin medida, sin dar explicaciones, solo... destruido.


—Pero ¿qué pasó?

—No sé, Austry —se quejó—, solo llegó así y lo escucho llorar desde hace dos horas.

—Pero si hasta hace como unos dos días andaban tomados de la mano y paseando mientras comían un helado —Australia había visto a su hermano muy feliz con el mexicano.

—No sé qué pasó..., pero las va a pagar. Solo espera a que llegue USA e iremos a patear el trasero del latino ese.


Lo que no se esperaron fue que USA llegará muy feliz —hace rato que lo veían actuar un poco más distraído—, y que al escuchar lo de Canadá sólo se encogiera de hombros, porque el causante de todo eso... en realidad era él..., o algo así.


—Al fin lo entendió.

—¿De qué hablas?

—Ese alfa idiota entendió que no es suficientemente digno de estar con nuestro Cany, obvio —sonrió mientras se acomodaba las gafas oscuras—. Deberíamos estar felices. Nuestro hermano ya no tendrá moretones, ni será víctima de escenas llena de celos, ni escucharemos que volvió con OMS porque se lastimó por la mordida de ese saltamuros —suspiró aliviado—. Que terminaran por fin, es lo mejor que pudo pasar.

—Creo que olvidas algo —Australia miró feo a USA.

—No lo hago, querido.

—¿Cómo no? —Nueva Zelanda señaló la planta alta—. Cany lleva llorando más de dos horas sin parar.

—Lo superará. Es por su bien.

—Te pasaste esta vez —murmuró Australia antes de suspirar—. En realidad, ese idiota es quien se pasó.


Porque USA siempre daba el sermón de que México era un idiota que no medía el daño que hacía, que Canadá era mucho para él, que debería alejarse, pero que México le hubiese hecho caso a USA era otro asunto.

¿Cómo pudo hacerlo?

¿Cómo terminó con Canadá siendo que el bicolor lo amaba tanto?


—Cany, bebé, debes comer algo.

—No tengo hambre. Gracias —ni siquiera les habría la puerta.

—Sweetie, son waffles y hay miel.

—Tal vez más tarde, Zely —pero sabían que no iba a abrir la puerta.

—Susy quiere que le acaricies la pancita —Australia sostenía un koala entre sus manos—. Cany... Susy, te extraña.


Pero no salía. Lo escuchaban llorar y no se detenía. No había súplica o chantaje que lo sacara de ese cuarto... Y lo peor era que percibían la característica peste de la mariguana de vez en cuando.

Definitivamente Canadá estaba muy mal.


—Honey —hasta USA lo estaba intentando—, tengo boletos para el partido de hockey que tanto querías ver... Vamos, cariño, no puedes quedarte ahí para siempre.

—Bro... ¿Tengo algo de malo? —sollozó sentado contra la puerta—. Ya sé que... sólo soy un beta... Pero... ¿Es malo?

—Eso qué importa.

—No tengo qué ofrecerle a México —volvió a llorar—. Por eso terminó conmigo.

—Sweetie, eres un tesoro invaluable —tocó la madera—. Mereces algo mejor que a ese estúpido.

—México me hacía feliz —hipó y restregó sus mejillas con sus puños—. Pero es un alfa... Y yo solo un simple beta... —sollozó—. No soy nada... No puedo darle nada... No valgo nada.

—Vales demasiado para nosotros, baby —suspiró—. Nos preocupas... Queremos ayudar... Sólo debes abrir la puerta.

—Ame... No quiero.

—Llevas tres semanas encerrado y casi no comes... Sweetie, please.

—No quiero nada.

—Si no me abres... voy a llamar a mamá.

—Ni ella me sacará de aquí.


USA se quedó en silencio, pensando, suspirando, porque ya no sabía qué hacer... O sí lo sabía, pero no quería hacerlo. Porque al fin había logrado que ese mexicano se alejara de su hermanito, al fin estaban en paz... Pero no quería ver sufrir a Canadá.


—Si... —dudó—. Sweetie... Si te traigo a...

—¡No! —se agitó de solo pensarlo—. No lo hagas.

—Pero por su causa estás así.

—México me dejó —tragó en seco, porque le dolía todavía—, fue su decisión... Por favor... No... Ni se te ocurra traerlo aquí.

—Pero me preocupas.

—Sólo... Sólo necesito tiempo... Y tal vez algo más de mariguana.

—No señor, ni creas que te voy a traer esa cosa.

—Ame, por favor... solo dame un poco —sus reservas se habían terminado.

—Claro que no.

—Solo un poco —se apretó los cabellos—, por favor.

—No.

—Lo necesito, Ame... Te lo suplico.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora