45.

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—Quiero que seas el padre de mis chamacos.

Fue la declaración más rara que muchos escucharon, porque el destinatario de esa frase tan singular, era una chica.

Pero no cualquier chica.

Era Canadá.

México moría por esa mujer.

—Mexique —enrojeció de pronto, al entender el simbolismo de esas palabras—, estamos en media calle.

—Es que, si no lo decía ahora, la iba a regar, y te iba a dar un beso sin consentimiento porque me traes rependejo y no mido mis actos. Entonces, ahora mismo no puedo dejar de hablar, y si no me detienes, voy a decir alguna...

Canadá rio bajito antes de cubrir esos labios con sus dedos.

—Te daré una respuesta cuando no haya gente mirando.

—Perdón.

—Pero acepto que fue lindo —le acarició la mejilla—. Aunque olvidaste una cosa.

—¿Qué?

—Que nadie sabe que soy una alfa —susurró bajito.

—¡Verga! —decayó—. ¡Se me olvidó!

—No importa —le tomó de la mano—. Vamos... Quiero darte un beso, pero no quiero que nos miren.

—¿Eso es un sí?

—Es más que un sí —rio.

—¡Ves! Por eso me encantas, florecita.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora