2.

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—Auch... Eso... Eso... duele —jadeó y apretó los labios, pero sabía que su voz no contaba en esos instantes—. Mexique... No tan... fuerte.


Le dolía, siempre dolía, pero le gustaba de cierta forma muy retorcida y masoquista.

Él sabía que no podía ser marcado, que era un beta, que no tenía derecho de estar en una relación así. Pero que México lo mordiera con intenciones de unirse como en cualquier relación sana entre un alfa y un omega..., lo hacía sentir especial, amado, afortunado. Aun si era inútil, aunque la marca desapareciera poco a poco en las siguientes semanas, por un instante se imaginaba que de verdad formaba un vínculo superior a cualquiera.

Y gemía.

No le importaba gritar y pedir por otra mordida, aunque se quejase poco después por la rudeza del acto, volvía a suplicar por más. Todo mientras México estuviera perdido en aquel estado delirante que lo dictaba como dominante y proveedor. Se dejaba hacer las veces necesarias para ayudarlo con su calor, se deshacía en suspiros y temblores, mordía las almohadas y esa piel, cerraba sus ojos y disfrutaba mientras estuviera consciente.

Aunque al día siguiente fuera testigo de un arrepentimiento normal.


—Lo siento, maplecito. Te lastimé otra vez.

—No es nada —pero sonreía y lo besaba.

—¿Te duele mucho?

—No —sonreía por su propia mentira, porque apenas y podía moverse bien—. Solo estoy algo cansado.

—No deberías estar conmigo cuando esto pase.

—Yo te amo... Y sólo quiero ayudarte.

—Pero...

—Estoy bien —susurraba antes de abrazarse al tricolor—. Solo déjame abrazarte un rato.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora