43.

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La prueba dio negativo, sí, pero las dudas seguían ahí, porque el amor de su vida actuaba extraño.

A veces, Canadá le negaba los besos, a veces lo veía preparar un bocadillo a las dos de la mañana. Y a veces... Era irreconocible.


—¿Maple?

—¿Sí?

—¿Por qué estás caminando en calzones por toda la casa? —se mordió el labio—. No es que no me fascine —suspiró profundo—. Pero tú no haces eso.

—Tengo calor —sonrió mientras seguía entretenido cambiando las fotografías de lugar.

—¿Puedo tocarte un poquito? —casi le suplicó.

—No —rio juguetonamente.

—Maple... Estás jugando con fuego.

—Tal vez es porque quiero quemarme, mon amour~ —canturreó.


Bastaron tres segundos para que México se quitará la camiseta y se lanzara sobre su maplecito, a besarlo y morderlo, acariciarle esa piel de porcelana, a gozar con los suspiros temblorosos que Canadá soltaba con el mínimo roce.


—Estás preñado, mi vida —susurró mientras levantaba esa pierna para que le rodeara la cintura.

—No lo estoy —gimió a gusto cuando se rozaron con su parte baja.

—No te creo —le mordió el cuello y lo escuchó gemir.

—Sólo estoy caliente.


No. México no era tan pendejo. Todos esos cambios raros eran porque su maplecito estaba en estado, y las malditas pruebas de embarazo negativas se la pelan. Pero por ahora, sólo quería aprovechar.


—Voy a cogerte tan duro, que vas a aceptar que estar esperando un chamaco.

—¡Ah! Merde —susurró sobre los labios ajenos—. Mexique... Sólo hazlo y cállate.


Habían sido dos meses y medio en abstinencia. Obviamente el mexicano no iba a soltar a su maplecito hasta quedar seco, y su Canadá no se iba a quejar porque estaba muy sensible y necesitaba de eso.

Dulzura [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora