53.

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—¿Recuerdas algo raro? —Canadá evaluaba a su pequeña Ame, cada cierto tiempo.

—¡No! —sonreía antes de seguir dibujando en su cuaderno.

—¿Has tenido sueños raros?

—¡Sí! —mordía su manzana.

—¿Puedes contarme?

—Hay un hombre rojo —contaba con entusiasmo— ¡grande! ¡Muy grande! —elevaba sus manos y echaba su cabeza hacia atrás—. Y muchos niños chiquitos de colores. Y había aviones... Y ya... —miró a su hermano y sonrió—. Fue lo que soñé.

—Ya veo —Canadá sabía que su hermana estaba recordando el pasado, pero solo lo importante—. Eso es bueno —le acariciaba los cabellos—. Cuando seas más grande, te contaré sobre esos sueños.

—También me contarás de ¿por qué soy diferente a los otros niños?

—Eso es fácil —sonrió—. Es porque nosotros somos country, somos especiales, fuertes y muy importantes.

La pequeña se grabaría esas palabras por siempre, porque eran suaves caricias a su alma, porque cada que Canadá le decía eso, ella sentía que podía con todo y mucho más.

Tal vez por eso lo repitió cuando alguien nuevo se lo preguntó.

—Eres el mismo espíritu.

—Y tú eres un niño muy alto —la pequeña miraba hacia arriba, al hombre que le hablaba—. Y estás muy feo.

—Eso es grosero.

—No —hizo una mueca—. Solo digo la verdad.

—¿Recuerdas quién soy?

—No —USA olvidó su helado y miró a detalle a ese hombre de tres colores—. Pero si no te recuerdo, no eres importante.

—Eres el mismo —Rusia negó.

—¡Ame! Ahí estás. Por dios —Canadá corrió para abrazar a su pequeña hermana y cargarla en brazos—. Me asustaste —la miró—. No te vayas sin decir a dónde.

—Perdón, hermano —lo abrazó.

—Deberías cuidarla mejor.

Solo ahí Canadá se dio cuenta de Rusia, y notó que su hermanita había hablado con el mismo.

Enfureció.

Porque sabía que los últimos meses de su querido hermano fueron terribles por causa de ese eslavo, porque Ame sufrió por ese horrible rechazo incluso en su último suspiro.

—No te le vuelvas a acercar —lo miró resentido, como pocas veces había actuado en su larga vida—. Jamás.

—Sí crees que tengo una intención oculta, debes saber que aún no lo odio.

—¡Y él a ti!

—¡Sí! —USA le sacó lengua al que peleaba con su hermano—. ¡Niño feo! ¡¿Por qué haces enojar a mi hermano?!

—Sigue siendo el mismo —Rusia miró a la pequeña con desprecio—, solo cambió de apariencia... Pero tiene el mismo defecto.

—¡Defectuoso tú! —se defendió la pequeña.

—No vuelvas a acercarte, Rusia —Canadá ocultó a su hermana en su cuello—. No la mires, no le hables, porque no dejaré que le hagas daño de nuevo.

Destellos [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora