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—Hay una cosa que siempre alegra a papá ruso.

USA estaba hablando con el gatito callejero que él y Rusia adoptaron, porque ese pequeño iba a ser su cómplice en esa pequeña travesura.

—Miau.

—¡Baby! No digas esas cosas.

—Miau.

—Aunque no es mala idea, pero ya hablamos de eso y hoy no es noche de calentura.

Mientras seguía inventando una vocecita para el gato, se dirigía a la cocina para preparar su arma letal.

Sus galletas con chispitas.

Galletas que acomodó en una pequeña bolsita que ató al collar de Nick, al peludo a quien le dio instrucciones precisas.

—¿De nuevo te puso un disfraz?

Rusia miró al gato que se trepó a su regazo y le ronroneó. Acarició ese pelaje, suspiró por la lamida rasposa y quitó la bolsita.

El suave aroma a chocolate le hizo sonreír, porque no podía resistirse ante el encanto de una comida casera en invierno.

Dejó su trabajo de lado, cargó al gato y se dirigió a la cocina. Fue recibido con una sonrisa, un vaso de lechera tibia y más galletas.

—Debo cuidar que mi ruso gruñón coma algo en recompensa por su arduo trabajo.

—Gracias.

—No te creas muy importante —sonrió—. Solo hago esto porque te amo.

Destellos [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora