191.

600 89 39
                                    


—Desapareciste por un mes. ¡¿Cómo no iba a estar preocupado?!

—Wow...

—¡En serio hiciste todo esto por un maldito chocolate!

USA ignoró al ruso y pasó a la sala como si nada, escuchando algunas cosas en aquel idioma extraño, y suspirando porque ya se imaginaba pasar por algo así.

—¡Mírame cuando te hablo!

—En primera, estás gritando.

Rusia respiró profundo para calmarse.

—En segunda... —hizo una mueca—. Sabes, Rusia... Me di cuenta que no solo es el chocolate... Es todo, absolutamente todo.

—No respondías a mis llamadas, nadie sabía de ti y...

—Solo vine por mis cosas, Rusky... —caminó sin ganas hacia el cuarto—. Creo... Creo...

Rusia lo persiguió, intentando no enfurecer.

—Quería pedirte matrimonio... Aún quiero... Pero parece que ni siquiera te importa cómo me siento ahora.

—Ya sabes lo que yo sentí durante estos dos años, diez meses y quince días de relación.

—¿De qué hablas?

—No fue solo el chocolate. Me di cuenta que... Es todo...

USA señaló la sala, la cocina, su alrededor... y después solo dejó caer sus brazos con cansancio... Porque estaba muy cansado.

—No te gusta que te tome de la mano, no dejas que me siente a tu lado en las reuniones, no te gusta cuando te muestro afecto en público...

Rusia no habló, USA no sonrió.

—Y después... Yo fui el que propuso vivir contigo, tú solo me dejaste, pero ¿de verdad querías que estuviera aquí?... —lo miró sin ganas—. Me ignoras cuando estamos aquí, pareces muy incómodo cuando me acurruco a tu lado, incluso cuando solo me apoyo en tu hombro.

—No es muy fácil para mí aceptar el contacto físico.

—Sure...

—Tú lo sabías.

—Tampoco te gusta lo que te preparo y vaya que me esfuerzo cocinando, usé a Can para practicar y sé que no soy malo en eso. A veces con suerte me dices que está bueno, pero no eres sincero... Cuando algo no te gusta, no me lo dices, pero veo que lo que te doy o preparo está en la basura... Como el chocolate.

—Me disculpé.

—Y cuando tenemos sexo es... —soltó una risita amarga—. Rusia... Todo está bien mientras lo hacemos, pero muchas veces te detienes cuando ya estás satisfecho y yo no puedo decirte que... —se masajeó la sien—. ¡Me das la espalda! Literalmente... Cuántas veces quise que me abrazaras después del sexo, cuántas veces me acercaba a ti y me conformaba con sentir tu brazo o tu espalda... o cuántas veces te ibas a duchar y después de asearme, volvía para charlar o algo y estabas dormido.

Volvió a sentir aquel amargo, la misma sensación de rechazo que el bendito día del chocolate,

—No hay palabras de cariño, ni miradas dulces, no hay afecto... Ni siquiera sé por qué jamás me has dicho que me amas y soy yo el que lo dice todo el tiempo.

—Sabes que no soy muy expresivo... y decir algo así es...

—¡Ya sé! No es algo que los rusos hacen.

Quiso llorar de nuevo.

—Pero me puse a contar las veces que lloré en el baño porque me sentí herido, rechazado, ignorado... y tú solo me escuchabas y te ibas en silencio... —carraspeó para que no se le quebrara la voz—. Me dejabas solo... Fueron muchas veces, Rusia... Y me siento como un imbécil.

—América, estás exagerando esto.

—Me di cuenta que no me amas como yo a ti... y ni siquiera sé por qué somos pareja si tanto te molesto.

—Yo quiero estar contigo... Quiero que te cases conmigo.

—No.

Lo miró un largo rato, en silencio, con pena, soportando las lágrimas.

—¡Solo fue un maldito chocolate!

—Si te hubieses comido el maldito chocolate, te hubiera dicho que sí. Ten por seguro que me hubiese casado contigo... Pero gracias al cielo, tiraste a la basura mi obsequio... Oh shit... Porque me di cuenta que no me quieres.

—América...

—Vine por mis cosas, Rusia... —le dio la espalda—. Terminamos... Y por favor, aléjate de mí.

Destellos [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora