52.

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Ya dejó de ser broma, y tal vez fue muy estúpido de su parte confesarse de nuevo mientras estaba un poco ebrio.

Pero lo hizo.

Y mientras su labio sangraba y su pecho dolía por esa mirada llena de asco, su último rayo de esperanza, se fue.

—No te me vuelvas a acercar siquiera.

—Sabes, Rusia —USA se limpió la sangre y sonrió con orgullo—. De lo que te pierdes.

—Eres asqueroso.

Rusia se giró para irse, porque ya no soportaba siquiera mirar a ese americano, no después de escuchar tal barbaridad. Porque no podía involucrarse con alguien con aquel estado mental tan... tan horrible.

—¡En mi próxima reencarnación seré mujer!

USA gritó entre desesperado y furioso

—¡Me oyes, Rusia! —apretó los dientes—. ¡Y tú estarás rendido a mis pies! ¡Pero yo te despreciaré y sentirás lo que yo ahora! ¡Me oyes!

Pero solo veía esa espalda erguida y amplia alejarse.

Veía a lo que consideraba su más tangible ilusión, hacerse humo.

—¡Pagarás por mis lágrimas!

Palabras al aire para Rusia.

Palabras que fueron un augurio.

Palabras que se transformaron en gritos, peleas, guerra y muerte.

Palabras que sonaron a una venganza que tomó forma.

La forma de una niña que sostenía la mano de Canadá y cantaba con entusiasmo una tonada pop.

—Yo soy América —orgullosa y hermosa—. ¡Y soy la mejor!

—Claro que lo eres —reía Canadá, quien se tomó el derecho de cuidar de la reencarnación de su querido hermano.

—Y un día, ¡seré una princesa!

—La más hermosa de todas —sonrió el bicolor antes de cargar a la niña en brazos y reír—. Por siempre, la más hermosa.

Risitas dulces, nuevos recuerdos, y un pasado que Canadá juró enterrar siempre que le fuese posible.

Porque quería que USA fuera feliz, muy feliz.

Destellos [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora