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Era una galleta en la mañana, una en la tarde, una en la noche que la acompañaba con leche tibia mientras platicaba con aquel ruso por teléfono.

Porque acordó conocerlo mejor para ver qué sucedía.

USA aún seguía buscando al niño que le pidió ser su novio hace años, y lo halló en la mirada dulce y en los regalos simples, como en las galletas y las flores, o en las notitas que llegaban a su asiento.

—Cuando veo las estrellas, te veo a ti, América.

—Creciste bajo influencia de poetas, ¿verdad? ... Rusky —sonrió al teléfono.

—A papá le gustaban.

—A Canadá también le gustan... Yo soy más de caricias y... —USA miró el celular—. Rusia, estás pensando en que quieres besarme. ¿No?

—No.

—Eres muy malo mintiendo, niño.

Risitas entre pláticas y una muestra de vergüenza al verse. Porque USA no prevenía la cercanía de ese Country que le ganaba por una cabeza en altura, y sus labios eran presa de la ansiedad juvenil de ese ruso.

Rusia era insaciable de atención y besos.

Así como USA no se cansaba de admirar esos lindos ojos grises y vivaces.

—¿Te gusto, América?

—Me gusta el café y las donas —sonrió divertido—, tú me... haces sentir raro.

—¿Por qué?

—Porque eres parte del niño que adoré mimar un poquito... Y también eres un hombre guapo que puedo presumir o que puedo admirar.

—No respondiste mi pregunta.

—¿Cuánto llevamos de novios de prueba, Rusky?

—Seis meses y dos semanas.

—Vaya...

—Sí... Es mucho.

—No creíste llegar tan lejos. ¿No?

—No —Rusia acarició la mejilla de USA—, creí que no te acordarías siquiera.

—Eres lindo, niño.

—Ya no soy un niño.

—Y tú dejaste de ser un novio de prueba, Rusky —sonrió—. Porque admito que eres muy dulce y que...

USA sabía que Rusia no desaprovecharía la oportunidad de besarlo, de demostrar lo feliz que estaba, de apresurar el festejo o la emoción. Así que rio entre el beso que correspondió un tanto avergonzado.

Porque con el pasar de los días esos labios se acoplaron a los suyos y esas manos le transmitieron calor. Así que desistió de negarse y aceptó que ese poste le gustaba mucho más de lo que reconocía.

—Hace años dije que tu oferta era la mejor de la vida.

—Lo recuerdo.

—Y lo sigue siendo.

Rusia sonrió divertido.

—Ahora... dame otra galleta... Y otro beso.

—Puedo darte amor también.

—¿Y cómo harás eso?

—Con una flor.

—Wow, me impresionas, Rusky.

Destellos [USA x Rusia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora