Destellos [USA x Rusia]

87.

—¿Has sido alguna vez hada madrina de alguien?

—Nel, pastel —México hizo una mueca por la rara pregunta del gringo.

—Yo sí, y fue muy divertido.

—No mames, gordis —pero no era pendejo, se dio cuenta del asunto—. ¿Y de quién fue?

USA sabía que Rusia estaba cerca, México hasta lo vio, y entre ambos armaron una pequeña treta para molestar acierto ruso malhumorado que intentaba negar todo lo sucedido en su pasado. Porque estaba avergonzado.

—De un niño muy bonito, que saltaba al caminar, mientras sujetaba mi mano.

—¿Y qué deseo le cumpliste?

—Le hice galletas.

—Pobre chamaco... le ha de haber dado diarrea.

USA golpeó el brazo del mexicano, el tricolor se lo devolvió, fue así que empezaron a pelearse y USA decidió que no volvería a usar a México como cómplice para molestar a Rusia.

Pero no todo fue tan malo.

—Hiciste a un niño muy feliz —Ucrania sonreía—, y podrías seguir haciéndolo.

—No, Ucry. No es mi estilo.

—Entonces, ¿por qué me da estas galletas?

—No sé, hice demasiadas y las estoy repartiendo.

—Seguro —se burló el ucraniano.

—Si no las quieres, dáselas al huraño de tu hermano. No me importa.

—¿Y por qué no se las das tú mismo? —señaló a la espalda de USA—. Ahí está... ¿o te da vergüenza ser amable con Rusia?

—Vergüenza, ¿por qué? —chistó antes de darse media vuelta.

El americano se acercó a Rusia con una sonrisa, confiado, prepotente, como siempre fue y sería. Pero cuando estuvo a punto de decir algo en pro de una broma, recordó lo feliz que era Rusia de pequeño cuando él le hacía galletas.

Suspiró.

No volvería a ver al chiquitín aquel, pero tenía la oportunidad de convivir con el grandote eslavo.

—Tu hada madrina llegó, Rusia~.

—¿Qué?

—Feliz cumpleaños, gruñón —sonrió y lanzó la bolsita de galletas.

—Huele dulce.

—No me agradezcas —sonrió antes de alejarse—. Solo gózalo, Rusky~.

Eran simples galletas, pero su aroma despertaba nostalgia y puro cariño.