Dieciocho; ❝Un corazón justo❞

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—¿Escuchaste lo que dijeron del niño?



Los cuchicheos se elevaban a cada palabra, dejando ver que de cuchicheos no tenían nada. Seokjin se mantuvo quedo, fingiendo restarle importancia al chisme que se despilfarraba entre las sirvientas. Había sido así por días. Cada semana era peor, interminable. Pero lo soportaría. Porque todo mal rato conllevaba uno bueno de la mano.



—¿Así que es verdad? Qué terrible.



—Lo es. Él perdió aquello, lo único que lo hacía valioso como omega. ¿Qué hará la jefa ahora? Será difícil conseguirle un marido en el futuro.



—No tengo idea, pero parece tenerle tanta lástima que hasta se la pasa más en la casa que en el trabajo. Sus preocupaciones pueden estar variando...



—Algo es algo.



Las escucho, zorras.



Cerró el libro de soplón, suspirando a la nada y contemplando la deformidad de las nubes.



—¿Así que este es nuestro valor, omega? —se habló tranquilamente, escuchando el inquieto sollozo interno de su lobo asfixiarle la cabeza. Llevaba días quebrado. Quebrado como nunca. Roto. No tenía nada por lo que significara la pena vivir más que por esa mujer a la que tanto amaba. Ese era su pensamiento. Y a cada día se hundía más en un abismo sin retorno, latente; a la espera de ser despejado para explotar. Pero lo entendía y lo compartía. Valía la pena todo ese sufrimiento; todo era por ella. Desde el momento en que había nacido es que se vio en desventaja y ahora era capaz de poner la balanza en equilibrio. Por fin, incluso independiente del sufrimiento de su corazón. Con un padre hipócrita y una madre ausente, ¿qué más se podría esperar, honestamente? Su nacimiento no había conllevado la felicidad plena en su entorno. Ahora podía cambiarlo, no obstante. Era lo que haría.



Lo intentaría.



Había empeorado cuando se presentó como omega. Nunca, ni un sólo día, vio a su madre verdaderamente preocupada por él. Siempre lo ignoraba. Siempre pasaba de él. Le rehuía la mirada. Llegaba a ratos, a veces no llegaba; cuando lo hacía ignoraba a su esposo y entonces se repetía el proceso como en un círculo vicioso. Y su padre, omega, lloraba todas las santas noches. Las únicas veces que no lloraba, era cuando debía fingir que lo amaba; a él, un pobre y despreciable niño no deseado. Lo detestaba. No quería su lástima, no la quería. La aborrecía. Más de esos ojos, más de esos malditos y pútridos ojos.



Pero ahora por fin él estaba un paso adelante.



Porque papá no estaba.


Kiss and make up [ Sujin ] [ Jinsu ] OxODonde viven las historias. Descúbrelo ahora