Al día siguiente, una extraña sensación se filtró a través de mi cuerpo. No pude identificar de dónde venía; si desde lo más profundo de mi cuerpo, dentro de mis entrañas, revolviéndolas al punto de no poder comer nada, o quizás desde mi cabeza, por la que corrían pensamientos a más de cien kilómetros por hora, pensamientos que solo hacían que mi cabeza diera giros y doliera. Tampoco podía precisar que emoción era exactamente. No sabía si era miedo de que Sam y Travis descubriesen a dónde iría después de la escuela, o si eran nervios por ver nuevamente a Gerard. No pude darme cuenta de nada; todo lo que sabía es que seguía mirando el blanco reloj con números rojos y negros dispuestos a ir cada vez más rápido.
En todos mis años de preparatoria, fui muy bueno haciendo que el tiempo pasara más rápido. Cuando los profesores te dan tareas difíciles mientras ellos duermen en sus escritorios, aprendes rápidamente a usar ese tiempo libre, o a desperdiciarlo. Y la mayoría de las veces, yo lo desperdiciaba. Me sentaba y miraba a la pared, contaba cuántos de los chicos del salón posiblemente se habían drogado o jugaba una competencia con el segundero del reloj. Me volví muy bueno engañándome a mi mismo con que el tiempo iba más rápido de lo que en realidad lo hacía. Extrapolaba cuánto tiempo tenía que quedarme en clases, así que cuando la campana sonara finalmente, a la media hora, me decía a mí mismo que se había sentido como si hubiesen sido solo cinco minutos. Hoy no fue una excepción a mis payasadas con el reloj. Y cuando al final, esa puta campana sí sonó, salté de mi asiento y me dirigí hacia las secas calles de Jersey, encaminándome al pequeño apartamento de Gerard.
La mayoría de las veces, Travis o Sam me esperaban después de la escuela, junto al apoya-bicicletas para ver si quería hacer algo. Pero desde la llamada telefónica de anoche, donde me cortaron totalmente, los he estado ignorando. Me los encontré por la mañana, y por mera costumbre nos dijimos 'hola'. Los ojos de Sam aún estaban con unos bordes rojos y lagrimosos, podía notar que aún seguía semi-drogado por la noche anterior. Probablemente se había quedado dormido en donde estuvieron fumando, provocando que sus ojos aún retengan las características distintivas de una noche de fumar. Travis, como de costumbre, olía a la marihuana que había consumido y aún estaba usando la misma ropa que el día anterior. Nadie más que yo hubiese notado ese detalle, dado que Travis por lo general se solía esconder en el fondo, siendo distinguido por los demás por su olor.
Los tres estábamos esperando en el corredor, a que nuestros profesores vinieran a abrir las puertas de nuestros salones para la primera clase, cuando nos encontramos. Instintivamente, Sam se pasó al lado de Travis, sabiendo que de los tres, él sería quien lo salvaría. Travis era quien tenía la droga, era el amigo importante. Aún si Sam y yo nos conocimos desde los 5 años, era capaz de arrojarme al río por Travis, si eso significaba que podía mantener su suministro vital de droga. Y honestamente, la mayoría de las veces eso me hería. No tenía muchos amigos y trataba de mantenerme a los que tenía como si fuera una sanguijuela. Pero esa mañana todo lo que sentía era resentimiento, y un retorcijón extraño de esperanza mezclado a eso. Sam y yo puede que ya no seamos tan cercanos, pero eso no importaba. Ahora tenía planes para después de la escuela; no me era necesario lidiar con mi mejor amigo drogado y nuestro subordinado expendedor de drogas. Tenía trabajo por hacer. Iba a estar limpiando pinceles a cambio de alcohol gratis en el apartamento del artista gay. No era perfecto, pero ningún trabajo que tuve antes lo fue. Y me hacía sentir bien el no tener que depender de mis amigos. Salí de la escuela con una confianza que no sabía que tenía.
Pero esa confianza se desmoronó dentro mío cuando llegué al área grisácea donde estaba el apartamento de Gerard. Las calles siempre eran oscuras, por alguna razón, hubiese llovido el día anterior o no. Lo encontré irónico, mientras miraba la desolación en esos callejones detrás de la licorería y hacia la dilapidada y aburrida fachada del edificio que dentro de sus instalaciones, en los últimos pisos, albergaba ese departamento donde vivía una vida de colores tan vívidos. No eran las sombras a las que estaba acostumbrado. Si no, colores de la vida real: rojos, púrpuras, verdes y naranjas. Colores que podía tocar y sentir, y que ahora estaban esperando por mí.
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1. the dove keeper (frerard) *traducción*
FanfictionFrank es un muchacho de diecisiete años de edad que no quiere crecer y tiene pequeñas aspiraciones para cualquier cosa más allá de estar parado afuera de la tienda de licores local y emborracharse. Pero cuando conoce a Gerard, el viejo y conocido ar...