s a l t a n d o p a r a v o l a r

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Después de que Jasmine se fue, no tuve ni idea de qué diablos hacer. Debí haberme quedado sentado en ese puto trampolín durante horas, sólo tocando mi labio y luego golpeando mi palma contra mi cabeza una y otra vez, repitiendo lo que había sucedido de nuevo en mi mente. Había besado a Jasmine. Incluso si ella inició la acción, me jodí de nuevo. Me estaba matando por dentro, lentamente pudriéndome en mi corazón. Su risa contagiosa y su actitud calmada se estaba convirtiendo en una maldita infección de la que no podía deshacerme. No importa cuántas veces traté de desviar mi atención hacia algo más, pensando en cualquier cosa –como mi madre o mi padre o la maldita tarea de química– todo regresaba a ella. Todavía podía sentir sus labios en los míos y su cintura en mis manos. Comencé a frotar mis manos furiosamente en el aire de la mañana, tratando de raspar la una fina capa de piel para poder empezar de nuevo. Finalmente encontré la fuerza para hacer lo mismo con mi labio, usando mis dientes para morder sobre la piel sensible, deteniéndome repentinamente cuando una voz reconocida entró a mi cabeza.

No te muerdas los labios. Dejarás marcas.

Joder, pensé, ignorando la voz infernal y raspando aún más fuerte. Sumergí los dientes en mi labio inferior, arrastrándolo por encima de los vasos sanguíneos que ya palpitaban durante un rato, y luego solté, sin romper la piel. Me deleitaba en la súbita sensación de hinchazón que emanaban mis labios, temporalmente me distrajo de lo que estaba a la mano. Jasmine era el vicio que se filtraba por mi cabeza, cuando al principio, había sido Gerard y sólo Gerard. Quería que se quedara como sólo él, incluso si las imágenes que estaba recibiendo de mi artista de cuarenta y siete años eran ahora horribles y culpables. Lo había engañado, y lo que era peor, había sido con una chica. Una mujer, corregí mis pensamientos, luego mentalmente me abofeteé en la cabeza por incluso intentar defenderla. No debían gustarme a las mujeres, me decía una y otra vez. Yo era gay. Tenía un novio, un amante, o lo que sea. Había tenido el pene de Gerard en el trasero y me había gustado. Le había hecho lo mismo, e incluso lo había succionado varias veces. Yo era Frank el enculado. Mis amigos lo sabían, yo lo sabía –¿por qué diablos no se dio cuenta Jasmine? ¿Por qué me había besando? ¿Y por qué le había seguido? No debía gustarme el sexo opuesto.

Pero aquí estaba, todavía tocando los mismos labios que habían sido presionados contra la de una chica, y en el mismo trampolín que había sucedido. Lancé mi mano en enojo, dejando escapar un suspiro. Luché por bajar del material liso, mis pies resbalaron y mi cuerpo fue lanzado de nuevo por mi ira y el material inestable. Sólo quería salir de esa maldita cosa. Lo odiaba ahora. No me dejaba volar, me di cuenta cuando me alejé y me apoyé en la cerca. Sólo me había dejado caer más y más profundo en mis malditos pensamientos espirales e inútiles. Había pensado que las cosas habían estado mal cuando empecé a extrañar a Gerard, cuando en realidad estaba atascado aquí con mis amigos idiotas, y un montón de vergüenza por la vida que vivía en secreto. Las cosas eran diez veces peores ahora, justo cuando pensaba que tenían la remota oportunidad de volverlas mejor.

Jasmine había estado tan genial anoche, fue amable conmigo cuando nadie me dio la oportunidad. No había querido drogarse o emborracharse. Ella sólo había querido salir y saltar en su trampolín hasta que su pequeño corazón estuviera contento. Habíamos hablado de pájaros y palomas y había pensado en Gerard con una gran sonrisa radiante en mi cara. Yo era su paloma, y ​​él era mi guardián, y había mantenido esos pensamientos vivos dentro de mí hasta que me acosté, donde todo parecía filtrarse y separarse en mi subconsciente mientras dormía, y luego, todo se volvió vacío cuando llegó la mañana. Tal vez fue mi falta de sueño adecuado que me hizo besarla, me dije a mí mismo, tratando de hacerme sentir mejor. Me moví contra la parte trasera de la valla, sintiendo mi cóccix doler por la posición torpe en la que dormir. Por las mañana, mi mente no funcionaba correctamente. Por las mañana, mi mente estaba cansada y no pensaba bien en las cosas –que tenía que ser esa la razón por la que había actuado como lo hice. Pero ¿las mañanas significaban que me volvía heterosexual por una hora? ¿Una hora de locura temporal? ¿Y podría decirle esa clase de excusa a Gerard? Lo entendería en un segundo, como si pidieron comprender todos mis otros pensamientos.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora