p a d r e e h i j o

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Cuando era niño, la vida no era simple ni mis problemas insignificantes, pero la forma de lidiar con ellos era mucho menos horrible. Si hacía algo mal, mis padres me disciplinaban, y eso era todo. Sus estilos eran generalmente bastante distintos entre sí, mi madre me decía de una manera melancólica lo "decepcionada" que estaba conmigo, mientras que mi padre sólo gritaba, pero todos se fusionaban en un mismo resultado.

Me enviaban a mi habitación. Ahí pataleaba, gritaba y lloraba por unas horas, hasta que mi garganta se ponía a carne viva, mis ojos rojos y dolosoros por las lágrimas. Hice ese patrón sucesivo durante años hasta que comencé a darme cuenta de que me enviaban a mi habitación; no a una prisión. Estaba rodeado de montones y montones de juguetes a mi disposición, y no había padres con quienes interferir. De repente, ya no parecía un castigo tan malo. Jugaba durante unas horas y luego me quedaba dormido, demasiado cansado como para no llorar tan fuerte. Era un procedimiento simple de seguir, y generalmente funcionaba. Por lo general, no volvía a hacer esas cosas malas porque, a pesar de que el castigo no era tan severo como lo había anticipado, odiaba la sensación de estar equivocado. Seguí odiando esa sensación de inadecuación durante años en mi adolescencia, y ese punto sólo se enfatizaba aún más cuando estaba en el apartamento de Gerard. Nunca podría compararme con sus patrones de pensamiento y, por lo tanto, casi siempre me sentía inferior. (Sentirse inadecuado y sentirse inferior eran dos cosas muy diferentes, sin embargo; "inadecuado" significaba que para empezar no valía nada, mientras que inferior significaba que valía algo, pero no tanto). Gerard nunca me había castigado por inferioridad; él sólo esperaba que compitiera contra él. Siempre era castigado por ser inadecuado con mis padres, pero me confundía con detalles sobre cuándo se había disipado exactamente el tipo de castigo.

Enviarme a mi habitación esta vez no iba a ser suficiente. Esto era algo mucho más serio que sólo romper el jarrón antiguo de la abuela, o pelear con Sam en el jardín delantero. Tenía cargos penales en mi registro, y aunque necesitaba un abogado para hacer que todo fuera definitivo y tal vez una cita en la corte (no estaba del todo seguro de cómo se solucionaría todo este problema, me había apartado constantemente durante la charla entre el oficial y mi madre, sólo me animé cuando escuché el nombre de Gerard ser mencionado). Incluso si no supiera exactamente qué iba a suceder, esto seguía siendo jodidamente serio. Sabía que mis padres seguirían sus rutinas normales de disciplina, pero iba a ser mucho más drástico. Mi madre ya había llorado; no sólo estaba decepcionada de mí, sino que estaba triste por mí. Las manchas en sus mejillas donde la secreción salada había manchado su piel me recordaban una y otra vez lo que había hecho. O lo que me habían hecho.

En sus mentes en ese momento, era una víctima y también un perpetrador. Pude haber hecho algunas cosas ilegales, pero de la forma en que el engañoso oficial boca sucia le había explicado, no eran las únicas leyes que se rompían en esta situación fuera de lo común. Además, por la forma en que la mirada estresada de mi madre y las manos apresuradas elaboraron el material posterior a mi padre, no me culpaban de esas cosas. Yo era la victima. Yo era la parte perjudicada, y sólo había actuado en contra de la persona que me había lastimado. Era lo normal. Esperado. Típico. Promedio, incluso.

Era toda una mentira.

Una mentira que me hirió profundamente en mi interior, pero no tuve poder para detenerla. Escuchaba constantemente el nombre de Gerard, implicaciones que se traducían por el tono de voz utilizado. Su nombre se había convertido en una maldición sucia, algo por lo que a los niños pequeños les lavarían la boca con jabón si se atrevían a pronunciar tal obscenidad. Se suponía que Gerard debía mantenerse alejado de los niños pequeños, y de repente, yo era ese niño pequeño. Había roto el jarrón una vez más, pero en vez de enviarme a mi habitación, me semoneaban o hablaban sobre el caso. Nadie me trataba como Frank, la persona. Todos me trataban como Frank, la víctima de violación.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora