t o d o - p r i m e r a p a r t e

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El día siguiente era viernes, y durante todo el día en la escuela me sentí como si fuese a vomitar. Mi cabeza me dolía constantemente; había un pequeño y sórdido dolor en mi sien izquierda que no cesaba, incluso después de tomar aspirina tras aspirina. Prácticamente tuve que rogarle a Sam por los medicamentos, lo que solo lo puso de mal humor y agregó fuerzas externas a la tensión que se estaba creando dentro de mí. Mi estómago estaba revuelto, se sentía vacío al mismo tiempo, torciéndose y enredándose en nudos.

Durante el almuerzo, cuando pensé que ya no podía soportarlo más, fui al baño en un vano intento de hacerme sentir mejor. En lugar de eso, sólo sentí el frío del baño golpear en mis brazos desnudos, cuando me senté y esperé, simplemente esperé a que algún contenido de mi casi vacío estómago saliera. Incluso intenté hacerme vomitar, metiéndome un dedo hasta la tráquea, pero no pasó nada. Eventualmente, me sentí avergonzado por todas las personas que entraban y me veían arrodillado sobre mis jeans, así que me di por vencido y regresé a la cafetería donde Sam y Travis ni siquiera habían notado mi ausencia. Cuando volví a sentarme, apoyando todo el peso, Sam se dio vuelta y me ojeó a mí y a mi sándwich a medio comer de arriba hacia abajo.

-"¿Puedo comerme el resto?"- preguntó, abriendo bien sus ojos. Me encogí de brazos y se lo di, sin importarme mucho que me ofreció su refresco como trueque.

Arrugaba su rostro mientras comía, saltando sobre su asiento y hablando acaloradamente con Travis sobre sus planes para después de la escuela. El líquido efervescente que me dio no ayudaba ni en lo más mínimo, solo logro hacer que mi estómago se sintiera como si estuviera ardiendo en el interior.

Intentaba achacar mi enfermedad al hecho de que la noche anterior había fumado el último cigarrillo de la cajetilla que Gerard me había dado. Había tardado un tiempo en terminarla, mi habito de fumar llegó a ser esporádico durante las semanas desde que recibí el regalo, y pensaba que quizás ya sentía una pequeña abstinencia a la nicotina. Tenía que ser por eso. Generalmente solo agarro la cajetilla cuando mis nervios están destrozados, y eso sucedía más de lo habitual en estas semanas. De alguna forma, la sustancia alquitranada me hacía sentir mejor, haciendo que aquellos sentimientos negativos que guardaba dentro, desaparecieran mientras que el aire malo llenaba mis pulmones. Pero supe en la escuela, luego de que me temblara la voz y las rodillas que lo que se pasaba era algo más que simple abstinencia.

Estaba nervioso por ir esa tarde al apartamento de Gerard. Nada había cambiado entre el artista y yo, por lo menos, no aún. Aunque si fuese por mí, las cosas cambiarían para mejor. No estaba nervioso por ese cambio; para nada. Era la acción que tenía que hacer -el catalizador para que todo comenzara- la que me asustaba. Estaba aterrorizado hasta los huesos, casi vomitando y con jaquecas constantes, y aún así, iba a ir. No había forma de salir de eso. Incluso Sam me había invitado a una fiesta esa noche -mi primer encuentro social en meses con mis amigos con los que apenas hablaba- y lo rechacé. Iba a renunciar a todo, aún si solo era para ir a ver al artista que había estado viendo diario por los últimos meses. Si el cambio ocurría esta noche, entonces lo iba a aceptar, eso lo sabía. Pero si nada pasaba, si me acobardaba o lo que sea, igual iba a estar feliz de haber ido. Hubiese rechazado lo de Sam hoy o cualquier otro día de la semana, solo que hoy era más importante que otros días.

Gerard me iba a dibujar, así que no era una más de nuestras normales reuniones. Si es que podías llamar normal a aquellos sucesos. Gerard me iba a dibujar, en mi forma más cruda y me iba a mostrar lo que pensaba. Iba a tomar mi retrato y fotografía -mi imagen esencial e iba a poner su propia interpretación. Necesitaba verla. Necesitaba saber cómo me veía para así poder juzgar mis acciones. Ya sabía lo que sentía por él; me estaba enamorando intensa y rápidamente, aún cuando él me despedazó cuando toqué la guitarra. Eso solo hizo que me enamorara más de él en un modo, porque había sido brutalmente honesto conmigo; algo que nunca nadie habían hecho.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora