d e m a d r e a m a m á - s e g u n d a p a r t e

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No eran más de las diez de la noche, pero todas las luces estaban apagadas en mi casa. Eso no era una buena señal. Me quedé inmóvil frente la gran puerta tan blanca como las polillas que volaban alrededor de la luz del porche. El color ocre pasaba en cascada sobre mí y las alas de las polillas zumbaban en mis oídos mientras discutía qué diablos iba a hacer. Sabía que Sam y Travis habían hecho algo. Algo malo y los odiaba por ello. Habían ido a mi casa y habían hablado con mis padres. Al menos con uno de ellos, y ni siquiera quería pensar en cuál todavía. Si había sido mi padre, sabía que estaría muerto al momento en que entrara por la puerta. Mi madre ya me había dicho que no se había sentido nada complacido la noche que había llegado hasta tarde. A la mañana siguiente, mientras desayunabamos, había estado lanzando miradas y gestos amenazadores desde su lugar al otro lado de la mesa, pero hasta el momento no había demostrado sus sentimientos de rencor o maldecido con palabras. Me imaginaba que mi madre le había dicho lo feliz que había llegado o algo así, y lo había logrado convencer de que no fuera malo conmigo. Desde entonces, había empezado a procurar llegar temprano a casa. Lo más tarde que había sido hasta ahora, habían sido cinco minutos después, pero no era algo para preocuparse.

Esto sí lo era.

¿Qué pasaría si mis padres descubrían que ni siquiera pasaba el tiempo con quienes les decía? No podía creer que Sam y Travis me hubieran delatado. Nunca antes habían venido a visitarme. Prácticamente nunca, a menos que los llamara primero o arregláramos algo, lo que especialmente no había estado haciendo mucho las ultimas semanas. ¿Por qué diablos tenían que hacerlo ahora? Sabía que era celos. Sam no aceptaría el que hubiera encontrado a alguien más, aunque no supiera a quién todavía. Sam sabía que tenía un nuevo amigo, y si no era él, tendría que destruirlo.

"Lo destruí para que pudiéramos construirlo juntos" me había dicho Sam el día que nos conocimos y había aplastado mi creación de arena. Él iba a aplastar esto también, sólo para poder tenerme de nuevo con él. No parecía importarle que me sintiera infeliz y rechazado mientras él tenía el control sobre mí. En el momento en que tuve un pedacito inútil de mí mismo, Sam se aseguró de quitármelo. Tenía que volverlo un pedazo de sí mismo.

Estaba empezando a ver lo perjudicial que era realmente nuestra amistad.

Aunque teníamos muchos buenos momentos juntos, Sam dictaba la mayoría de ellos con sus estados de ánimo. Había sido diagnosticado con bipolaridad cuando tenía unos quince años, pero nunca fue tratado. Sólo acudió al psicólogo en una ocasión porque la escuela lo había obligado cuando descubrieron un porro de marihuana en su casillero. Cuando su madre oyó el diagnóstico, inmediatamente pensó que era pura mierda. Sam fue dejado de lado sin tratamiento alguno, dejando que sacara su energía negativa conmigo. Cuando éramos niños y peleábamos, algunas veces duraba días. Nos volvíamos viciosos y violentos entre nosotros, una vez incluso fuimos a parar a la oficina del director por iniciar una pelea en medio de la cafetería. Eventualmente, nuestra ira se calmaba, pero nunca tenía el descaro como para hablarle a Sam primero. Si lo hacía, él seguiría teniendo alguna excusa para estar enojado conmigo. Siempre esperaba a que viniera y actuará normal de nuevo. Entonces tendría que volver a ser el mismo que antes. No podía quedarme enojado cuando era él quien daba el primer paso, aunque todavía lo estuviera. Y cuando esperaba hasta que regresara a actuar como si nada hubiera pasado, que era lo único que podía hacer, se aseguraba de darme una platica de mierda sobre que no me preocupaba por nuestra amistad. Era una situación de perder-perder con Sam todo el tiempo.

De repente, no me importó perder a Sam. Era la situación con Gerard la que me preocupaba más.

Mientras miraba fijamente y me paraba frente a la puerta de metal, consideré seriamente huir a su apartamento. Ni siquiera necesitaría hacer una maleta. Tenía ropa en mi mochila (no es que la llevara puesta cuando estaba con Gerard) y él me alimentaba. Lo más importante, mi guitarra estaba ahí. Mi guitarra vivía ahí, y joder, yo también. Realmente quería huir, sobre todo porque si no lo hacía, entonces sería forzado a enfrentarme a perderlo todo a la vez. Lógicamente, sabía que huir no tendría sentido. Si le decía a Gerard lo que había pasado, sólo me daría una teoría aleatoria y luego me enviaría de nuevo a casa. O Sam llevaría a mi padre (y a una multitud, éramos italianos y esto era Jersey, después de todo) al apartamento y todo se derribaría. Necesitaba resolver esto por mi cuenta, aunque fallara. Necesitaba hacer esto solo.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora