a r t e y e d a d - p r i m e r a p a r t e

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Estuvimos holgazaneando en el suelo durante unos momentos, el ave de color blanquecino nos seguía observando. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado, y comenzó a hacer ruidos incesantemente a la vez que Gerard y yo declarábamos nuestro deseo mutuo el uno al otro de nuevo a través de pequeños picotazos en los labios. Las manos de Gerard estaban en mi cintura, en mi espalda -en todas partes, al igual que la comida de ave, que estaba empezando a encajarse contra mi piel. Los bordes afilados picaban y ardían. Sabía que tenía que quitármelos pronto. La paloma, Frank, ya había terminado de comer y no había manera de que volviera por más. De todos modos las semillas estaban contaminadas por carne, sudor y otros fluidos corporales; ella no querría comer eso, incluso si se estuviera muriendo de hambre.

Miré al ave mientras me deshacía del agarre de Gerard, y me devolvió una intensa mirada con sus pequeños ojos negros. Fue nombrada en mi honor, aclamando que yo era un artista. Me sentí tan incómodo, una especie de emoción extraña se adueño de mí. No estaba acostumbrado a que las personas me recompensaran por mis acciones, justificadas o no. Estaba acostumbrado a que las personas se enfocaban en mí, en mí imagen, o en nada en lo absoluto. Yo era Frank; el estudiante de preparatoria de diecisiete años de edad, con pocas o ninguna aspiración. Ni siquiera conocía esa imagen por completo, sobre todo porque era una fachada. Esos eran meros hechos de una persona, no rasgos. Los rasgos eran algo único y distinguible, mientras que los hechos se aplicaban en algo rígido y eran más generalizado. Yo solo era un estudiante de preparatoria, lo que significaba que me sentaba por ahí y me quedaba mirando un reloj casi todos los días, deseando no tener que estar ahí. Pero eso mismo era lo que también hacían casi todos los demás estudiantes de preparatoria. Esa no era una descripción de mí como persona. Era imposible saber de quién era exactamente la descripción, y realmente no me reconocía.

Sin embargo, de repente me transforme en el artista Frank. Gerard solamente nombró a su ave en mi honor, pero de alguna manera, selló ese nuevo destino. En realidad, había ido adquiriendo esta nueva fachada desde hace un par de semanas. Todo había empezado con la pintura azul, cubriendo toda mi metamorfosis. Yo era un artista; una persona. Aunque el término artista seguía siendo sólo un hecho -como ser un estudiante de preparatoria- que encarnaba mucho más que eso. Ser un artista te permite nacer en algo que es capaz de formar rasgos específicos para un individuo. Los artistas son sensibles, intuitivos, creativos e imaginarios. Los artistas son personas reales con verdaderos pensamientos, sentimientos y almas. Un artista puede ser moldeado en cualquier cosa, cualquier forma o modalidad, utilizando cualquier medio. Era un término flexible, a diferencia de la fachada de piedra dura de ser un estudiante de preparatoria. Un artista era lo que Gerard era, y yo comenzaba a enamorarme cada vez más y más de ese ideal (o al menos de la persona que se manifiesta de esa forma) todos los días. Estaba haciendo una transición que no estaba ni siquiera cerca de terminar, sin embargo, ya había llegado muy lejos -por lo menos, en la mente de Gerard.

Aunque, ese era el problema -todo estaba en la mente de Gerard; todo era su opinión. No podía ver lo que él, supuestamente, miraba: a ese joven artista en desarrollo. No tenía sentido en mi mente. Nunca antes había mostrado algún talento. Sólo había escrito algo similar a poesía cuando sentía que mi cabeza iba a explotar, sólo tocaba la guitarra porque era el sueños de otra persona, y sólo pintaba sobre un lienzo porque Gerard así lo quería. Aunque disfrutaba esas actividades, realmente no las veía como si fueran un talento, una vocación. Tal vez era porque nunca había pensado en las cosas de la manera en la que Gerard lo hacía, nunca tuve un enfoque artístico en mi vida cotidiana. Siempre dormía del lado normal de la cama por las noches; tuve que integrarme a su entorno con el fin de ver lo que él miraba, y tal vez incluso soñaba mientras estaba en ello.

Al parecer, esos talentos estaban ahí. Aún estaba aprendiendo, Gerard lo había dicho, y tenía potencial. La palabra en sí fue tan extraña y casi espantosa cuando salió de sus labios, y se incrustó en mi mente. Fue una de esas declaraciones delicadas que te iban absorbiendo mientras lo escuchabas sólo porque te cautivaba la forma en la que se deslizaba sus labios. El sonido de la palabra era esperanzadora, creativa, pero las implicaciones dejaron una marca en mí -una marca que sólo él podía ver. Podría ser el artista Frank, en momentos. Ahora, sólo era el artista en desarrollo, aprendiendo a través de paginas y páginas de sueños incalculables que se quedaban muy dentro de mi mente. Parecía una tierra nueva y extraña.

1. the dove keeper (frerard) *traducción*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora